Cervantes para todos los gustos (y 7)


Hablábamos días atrás de la unión íntima que existía entre corona y altar, entre los reyes y la Iglesia, donde ésta, bajo el pretexto de regir el reino de la espiritualidad y de las ideas, ejercía un poder poco menos que absoluto sobre la sociedad. Referencias continuas hay en las crónicas de la época a la piedad de los reyes, como algo digno de encomio.

En cuanto a prácticas de piedad, reyes hubo que mostraron a la vista del pueblo mayor piedad que los eclesiásticos, aunque esto no fuera obstáculo para que en otros aspectos de su gobierno atentaran contra lo más sagrado del Evangelio y desdijera con sus hechos las virtudes que deben adornar a todo buen gobernante --consejos a Sancho--, como pudieran ser la piedad, la misericordia, el decoro, las buenas costumbres, la justicia, el buen gobierno... .

¿Se puede decir que Cervantes osó alzar la pluma contra este estado de cosas? Creo que ni siquiera tuvo pensamiento de ello y menos ponerlo por escrito. Otra cosa es que, de forma indirecta, se incida en el asunto en muy diversos pasajes, por ejemplo dando a entender cómo debieran ser las cosas y qué sería lo deseable. Recordemos los consejos que Quijote da a Sancho antes de que éste se haga cargo del gobierno de la ínsula. Al afirmar lo deseable, pone en evidencia lo vituperable.

En la aventura de los disciplinantes, encontramos un cura, cuatro clérigos y cuatro cuadrilleros. Poco menos que una representación de la sociedad, la Iglesia y el Estado, a los que se añaden el cura Pero Pérez y Sansón Carrasco. Ellos son los que se enfrentan a los buenos propósitos de Don Quijote de cambiar las cosas, aunque la realidad de cómo la sociedad estaba estructurada estaba de su parte, frente al idealismo utópico de Quijote.

Y no es que Cervantes no se diera cuenta de tal estado tiránico de cosas. No aparecen sus opiniones, cierto es, en el Quijote, pero sí en Los trabajos de Persiles. ¿Cómo enjuiciar el párrafo que sigue?

[En el Libro I, cap. 22º habla del reino de Ibernia, regido por Policarpo]
... el cual no se hereda ni viene por sucesión de padre a hijo: sus moradores le eligen a su beneplácito, procurando siempre que sea el más virtuoso y mejor hombre que en él se hallara; y sin intervenir de por medio ruegos o negociaciones, y sin que los soliciten promesas ni dádivas, de común consentimiento de todos sale el rey y toma el cetro absoluto del mando, el cual le dura mientras le dura la vida o mientras no se empeora en ella. Y, con esto, los que no son reyes procuran ser virtuosos para serlo, y los que lo son, pugnan serlo más, para no dejar de ser reyes. Con esto se cortan las alas a la ambición, se atierra la codicia, y, aunque la hipocresía suele andar lista, a largo andar se le cae la máscara y queda sin el alcanzado premio; con esto los pueblos viven quietos, campea la justicia y resplandece la misericordia, despáchanse con brevedad los memoriales de los pobres, y los que dan los ricos, no por serlo son mejor despachados, no agobian la vara de la justicia las dádivas, ni la carne y sangre de los parentescos, todas las negociaciones guardan sus puntos y andan en sus quicios; finalmente, reino es donde se vive sin temor de los insolentes y donde cada uno goza lo que es suyo.

Curioso alegato por la democracia y curioso deseo de que las cosas no fueran como eran.

Nos hemos referido ya a la manoseada y tergiversada frase que dicen de Cervantes pero que no lo es, cuando en vez de palacio lo que encontraron fue la iglesia: "con la iglesia hemos dado, Sancho". Por eso no insistimos en ello. El trueque malabarista de iglesia por Iglesia es sustancial para entender las frase; trocar "dado" por "topado" es forzar el entendimiento. Lo que dice Cervantes lo corrobora Sancho al referirse a las sepulturas cabe la iglesia: el miedo de Sancho no es al Santo Oficio, sino al temor reverencial que a esas horas le procuraba hallarse junto a un cementerio.

Que Cervantes no las tuviera todas consigo con la Iglesia es imaginable, porque fue excomulgado dos veces por requerir cooperación eclesiástica para los bastimentos de la Gran Armada. Pero, por otra parte, fue gracias a unos monjes, los trinitarios, como pudo recuperar la libertad.

Respecto a las varias interpretaciones del El Quijote hemos hecho referencia a Benjumea, que tacha el libro de sátira de ciertas creencias religiosas supersticiosas, anticlerical, antieclesial y debelador de la Inquisición y el perfil igualmente negativo de su protagonista, como antirreligioso y enemigo del clero, de la Iglesia y de la Inquisición.

Otras interpretaciones sobre el Quijote podemos encontrar en la obra de Américo Castro "El Pensamiento de Cervantes", 1925, donde habla de su ascendencia judía, de su erasmismo, de su críptica hipocresía, llegando a decir: “Cervantes es un hábil hipócrita, y ha de ser leído e interpretado con reserva en asuntos que afecten a la religión". Sus argumentos fueron rebatidos con gran autoridad por Astrana Marín.

También podemos sacar a relucir la obra de Unamuno, que más o menos califica el libro de "El Quijote" como una nueva Biblia o evangelio humano y a su protagonista como un Cristo laico, racionalista y naturalista, que, según sus palabras no tiene más religión que el amor a los hombres y a la naturaleza», un Mesías pacífico que pretende terminar de desterrar el principio de la fuerza para construir una nueva era civilizatoria en que se enseñe a los hombres que hay que combatir el mal con las armas de la razón, que el bien y la corrección de los vicios no se hacen ni consiguen a palos, sino instruyendo, mejorando e indagando las causas ocultas del mal. Quijote, como Cristo, nos señala el camino, la verdad y la raíz de la verdadera vida, pero en clave profana.

Interpretaciones para todos los gustos, como aquella que, a la hora de erradicar males, contrapone el poder de la acción --la de Don Quijote-- frente a la de la oración --monjes y demás--. Y de ahí la benevolencia de Cervantes ante los jesuitas, frente a las otras órdenes en boga.

Faltarían por traer aquí las citas expresas de la religiosidad de Quijote/Cervantes, la referencias o copias de pasajes de la Biblia, con opiniones fundadas de autores como Salvador Muñoz Iglesias sobre la piedad de Cervantes... Lugares hay en Internet para sumergirse ello.

Eso sí, resulta extraño que ni Quijote ni Sancho dijeran que habían asistido a misa o entrado en alguna iglesia a rezar o asistido a bodas o entierros religiosos... ¡En realidad, el Quijote es una novela!
Volver arriba