por MANUEL BARREDA. Afirmaciones sorprendentes del literalismo bíblico.
1.- Noé.
Algunos “investigadores” han afirmado que con que hubiese en el arca tan solo 43 “géneros” de mamíferos, 74 “géneros” de aves y 10 “géneros” de reptiles, se podrían haber producido la variedad de especies conocidas en la actualidad. Otros estiman que tan solo se precisaban 72 “géneros” de cuadrúpedos y menos de 200 “géneros” de aves.”
– Quien esto afirma trata de preservar la palabra “género” (utilizada en la Biblia como sinónimo de “especie”, pero confundiéndola con el actual concepto de “género”) como garante de estabilidad. Pero, paradójicamente, se suma a una teoría superevolutiva: nadie defiende una evolución tan acelerada y descomunal en menos de 5.000 años…
Continúa diciendo el creacionista de turno:
– “Se estima en 24.000 el grupo correspondiente a los anfibios, reptiles, aves y mamíferos, de los que 10.000 corresponderían a las aves; 9.000, a los reptiles y anfibios -muchos de los cuales podrían sobrevivir fuera del arca-, y sólo 5.000 mamíferos, entre los que se encuentran las ballenas y las marsopas, que también habrían permanecido fuera del arca.
– Otros eruditos calculan que solo hay unas 290 especies de mamíferos terrestres mayores que la oveja y alrededor de 1.360 son más pequeñas que las ratas. (¡Y dan supuesto apoyo bibliográfico!: The Deluge Story in Stone, de B. C. Nelson, 1949, pág. 156; The Flood in the Light of the Bible, Geology, and Archaeology, de A. M. Rehwinkel, 1957, pág. 69.)
– De modo que, aun basando los cálculos en las cantidades más elevadas, el arca (cuya superficie calculan en 8.900 m2) pudo haber acomodado con facilidad a una pareja de todos estos animales.” [He transcrito fielmente el argumento que considero digno de una sonrisa y no merecedor de una respuesta seria…]
¿Por dónde empezar una respuesta “seria”?
• Aun concediendo ese espacio, resulta ser de sólo 90 x 100 m.
– Imaginemos en una parcela de ese tamaño a una pareja de jirafas, otra de elefantes, toros, caballos, tigres, rinocerontes, osos, lobos, ardillas, gorilas, avestruces, llamas, bisontes, cerdos, perezosos, lobos, ornitorrincos, canguros, burros, papagayos, gallinas, conejos…
• Sólo he citado una veintena, pero ¡no caben! Esos animales. Y ya es mucho ponerse a imaginar a leones, rinocerontes, elefantes, tigres, caballos, jaguares y gallinas todos ellos mirando quitecitos a Noé durante 40 días con sus hambrientas noches…
• Más problemas: un hombre construyendo un barco como un estadio de grande. En aquella época. Un hombre recogiendo animales (difíciles de encontrar y no digamos de atrapar) por todo el mundo, sexándolos y llevándolos al barco. Y aun debían caber Noé y sus hijas (nuestros ancestros, ya que lo embriagaron para seducirlo, restándole poder correctivo a la actuación divina –¿qué tipo de pecados cometería el resto de la humanidad que, niños incluidos, fue castigada por ellos).
2.- El Diluvio Universal.
Existió una inundación local, en Mesopotamia, hacia el 2.800 a.C.
• Los judíos conocieron e importaron sus tradiciones en el exilio. Pero postular tal despliegue evolutivo en sólo 5000 años va mucho más allá de lo admisible. Y de lo que el creacionista niega, demostrando, como sospechábamos, una credulidad bibliodependiente.
3.- El punto de vista de Dios en el Génesis.
Dice un texto creacionista: “Al examinar el relato de Génesis, es útil tener presente que este aborda los asuntos desde el punto de vista de personas que estuvieran en la Tierra. Por eso describe los acontecimientos como los habrían visto observadores humanos si estos hubieran estado presentes.
– Esto se puede notar por la manera como trata los acontecimientos del cuarto “día” de Génesis. Allí se da una descripción del Sol y la Luna como grandes lumbreras en comparación con las estrellas. Sin embargo, una gran cantidad de estrellas son mucho mayores que nuestro Sol, y la Luna es insignificante en comparación con ellas. Pero no para un observador terrestre. Por eso, como se ve desde la Tierra, el Sol parece ser una ‘luz mayor que rige el día’, y la Luna una ‘luz menor que domina la noche’. (Génesis 1:14-18.).
• La primera parte de Génesis indica que la Tierra pudo haber existido por miles de millones de años antes del primer “día” de Génesis, aunque no dice por cuánto tiempo. Sin embargo, sí describe lo que era la condición de la Tierra precisamente antes que comenzara aquel primer “día”: “Ahora bien, la tierra resultó sin forma y desierta y había oscuridad sobre la superficie de la profundidad acuosa; y la fuerza activa [espíritu] de Dios estaba moviéndose de un lado a otro sobre la superficie de las aguas”. (Génesis 1:2.)
• Primer “día”
– “‘Llegue a haber luz.’ Entonces llegó a haber luz. Y empezó Dios a llamar la luz Día, pero a la oscuridad llamó Noche. Y llegó a haber tarde y llegó a haber mañana, un día primero.” (Génesis 1:3, 5.)
Por supuesto, el Sol y la Luna estaban en el espacio sideral mucho antes de este primer “día”, pero la luz de estos no llegaba a la superficie de la Tierra de modo que un observador terrestre pudiera verla. Ahora, evidentemente la luz llegó a la condición de hacerse visible sobre la Tierra en este primer “día”, y la Tierra, al girar, empezó a tener días y noches en alternación.
• Cuarto “día”:
– “‘Llegue a haber lumbreras en la expansión de los cielos para hacer una división entre el día y la noche; y tienen que servir de señales y para estaciones y para días y años. Y tienen que servir de lumbreras en la expansión de los cielos para brillar sobre la tierra.’ Y llegó a ser así. Y procedió Dios a hacer las dos grandes lumbreras, la lumbrera mayor para dominar el día y la lumbrera menor para dominar la noche, y también las estrellas.” (Génesis 1:14-16; Salmo 136:7-9.).
• Ahora interpreta (sí, ese mismo autor creacionista que para los temas científicos más demostrados se muestra tan crítico e incrédulo):
– En el primer “día”, evidentemente la luz difusa penetró a través de las bandas o envolturas de nubosidad, pero un observador terrestre no podría haber visto las fuentes de aquella luz debido a las capas de nubes que todavía envolvían la Tierra. Ahora, en este 4º “día”, parece que la situación cambió.
– Puede ser que una atmósfera inicialmente rica en dióxido (o bióxido) de carbono haya causado un clima caluroso por toda la Tierra. Pero el lujuriante crecimiento de la vegetación durante los períodos de creación tercero y cuarto absorbería parte de esta envoltura de dióxido de carbono que retendría el calor. A su vez, la vegetación despediría oxígeno… un requisito para la vida animal.
– Ahora bien, si hubiera habido un observador terrestre, este pudiera haber discernido el Sol, la Luna y las estrellas, que ‘servirían de señales y para estaciones y para días y años’ (Génesis 1:14). La Luna indicaría el paso de los meses lunares, y el Sol el paso de los años solares. Las estaciones que ahora ‘llegaron a ser’ en este cuarto “día” indudablemente habrían sido mucho más benignas o templadas de lo que más tarde llegaron a ser. (Génesis 1:15; 8:20-22.)
• Puede que el autor quiera llamarse creacionista científico o defensor del diseño inteligente, pero es claramente un literalista religioso, no científico. Un dogmático crédulo que desconoce:
– Que el dióxido de carbono es incoloro.
– Que el oxígeno fue producido mucho antes de que existiera vegetación terrestre. Primero por las bacterias y mucho más tarde por los protistas autótrofos y las algas.
– Que la Tierra comience a girar cuando venga bien al relato.
– En ningún sitio da la Biblia por supuesto que los días (con sus mañanas y sus tardes) duren más de 24 horas. Ni que el Sol exista antes o al mismo tiempo que la Tierra, ni que sea de mayor tamaño que ésta, ni que existan estrellas mayores que el Sol.
• Su lucubración es un intento desesperado de casar la realidad con un relato carente de cualquier verosimilitud y perspectiva.