Creencia "científica" productiva (3/3) Y hasta dicen que es inmortal.
Verdad es que nada tiene que ver el cuerpo de aquel bebé jugando en la cuna con ese otro que arrastra su sopor vital tumbado en el sofá; y verdad es que, sin embargo, hay un "continuum" no quebrado entre ambos. Pero eso no es el alma.
Llamar "alma" a eso que da continuidad al ser es una creencia filosófica no contrastada, por más que la hayan defendido y mantenido algunos grandes sistemas filosóficos, precisamente los sustentados y sustentadores de la creencia.
Por el camino del absurdo, tendríamos que admitir que también ese alma sufre cambios sustanciales a lo largo de su existencia, porque nadie siente que las facultades "espirituales" –memoria, entendimiento y voluntad, las que dicen son las tres facultades del alma-- sean las mismas de niño que de adulto.
Pero es el caso que no hay tal alma "principio sustancial del existir", sino un yo vital que se curva sobre sí mismo en reflexión existencial, que, en crecimiento, evolución y disolución, se piensa a sí mismo.
Como en muchos otros campos donde creencia y racionalidad entran en conflicto, la famosa "navaja de Ockam" tiene mucho que decir a este respecto, prescindiendo de "verdades seculares asentadas": entre una explicación relacionada con sinapsis neuronales --como la ciencia ha demostrado en otros aspectos del funcionamiento cerebral-- y recurrir a un Dios que crea almas en el momento de la concepción, almas eviternas, almas destinadas a pervivir, almas inmortales... ¿qué hipótesis es más probable? Pues la primera es la hipótesis que la ciencia sigue.
Los estudios sobre el cerebro han llegado tan lejos que la cercanía de los procesos neuronales a "lo inmaterial", a lo "mental" explican mejor las funciones de la conciencia que el pensamiento inverso, a saber, que algo inmaterial, el alma, rige los procesos cerebrales.
Este último aserto se ha mantenido a lo largo de los siglos "porque sí".
Hay una vía doble para conocer: la una procede "hacia arriba", por inducción deductiva. Por este medio se llega a lo que la credulidad llama "alma" deduciéndola de los “procesos cerebrales”. Quizá se pudiera hacer una concesión al vulgo y afirmar que el conjunto de dichos procesos cerebrales considerados más elevados –intuición, razonamiento, ideas, conciencia crítica de sí mismo...— se puede llamar "alma", pero el riesgo de hacer "cosa" independiente ese concepto es tan alto que mejor es llamar a las cosas por otro nombre que se preste menos a equívocos.
La otra vía de conocimiento, "hacia abajo", es la puramente deductiva: de la existencia de determinados procesos, se deduce un "elemento" distinto del cuerpo, del cerebro, al que se ha venido en llamar "alma". La ciencia, sin embargo, no puede guiarse por este método y, de hecho, al no seguir este camino la humanidad ha podido avanzar libre de metodologías opresoras.
Pero la credulidad necesariamente tiene que insistir en una de las patas que la sustentan y seguirán diciendo que "necesariamente" el alma es inmortal.
Hay un considerable apartado doctrinal dentro de la teología que trata de “justificar” el concepto-realidad del alma, para posteriormente explicar, destripar, teologizar, razonar y argumentar sobre su existencia separada del cuerpo, sobre la inmortalidad del alma, sobre la espiritualidad del alma...
Un último contrasentido para no desgañitarnos más: por una parte la Iglesia católica reconoce que el asunto "alma" es materia de especulación filosófica y teológica, porque no hay referencia expresa en las Sagradas Escrituras. Y sin embargo proclama que la inmortalidad del alma ¡es dogma de fe! (1)
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(1)
Quien pueda consultar el “Enchiridion Symbolorum” de Denzinger, consulte. A esa obra, fuente obligada de referencias sobre doctrina secular de la Iglesia –podría decirse que es la Voz de la Tradición a la que siempre apela la Iglesia como “fuente” de fe--, de más de 1.600 páginas, que va por su trigésimo octava edición, remiten una y otra vez los tratadistas y teólogos. Es tan inasequible para el vulgo como cualquier otra. Tampoco merece la pena perder el tiempo en algo que podría definirse como el “Catálogo del Sinsentido”. La Iglesia la proporciona en Internet. Respecto al alma inmortal se pueden consultar los números 16, 40, 86, 170, 203, 236, 243, 295, 338, 348, 481, 527, 533, 642,7381041, 1650, 1655, 1910, 1911, 1924