Criterios de verdad y discípulos de Emaús.


Evangelio del domingo pasado, 4 de mayo, tercero de Pascua. Evangelio de Lucas. Relato que no aparece en los otros evangelios. Dos discípulos de Jesús, llamados hoy día “los discípulos de Emaús”, el primer día de la semana dejan Jerusalén y se dirigen a Emaús. Dicen algunos que Emaús, según el Evangelio distante unos 11 km. de Jerusalén, es una ciudad inexistente, inventada. Da igual, quizá sea un símbolo propiciado por su significado, “suave primavera”. Comentando ambos discípulos los acontecimientos vividos, se les une un caminante que, interesado en su conversación, les pregunta de qué hablan.

Extractamos, del relato, las ideas vertidas: definen a Jesús como “nazareno”; dicen de él que fue un profeta con gran poder en palabras y obras; los sumos sacerdotes y los jefes judíos lo condenaron y entregaron a la muerte; pensaban de él que sería el futuro libertador de Israel; algunas mujeres hablan de que ha resucitado, pero como entre dudas (el testimonio femenino parece que no tenía valor alguno en ese tiempo); algunos de los nuestros también fueron al sepulcro, pero a él no lo vieron.

Jesús les recrimina su necedad y dureza de corazón y les explica las profecías. Invitado a cenar, lo reconocen al partir el pan de la cena. Entonces desaparece.

Con estos mimbres ya se puede construir el cesto donde poner las viandas de la verdad y desechar lo que venden como viento. Tres partes en el relato: lo que dicen los discípulos “suena” a verdad. Lo que dice Jesús “suena” a interpretación. Lo que sucede luego, pura fabulación. Los criterios de veracidad se refieren a estas tres partes del relato.

Confirman los discípulos algo que ya es doctrina común entre los estudiosos de la Biblia: tanto los apóstoles como sus seguidores confiaban en Jesús en tanto en cuanto mesías o adalid libertador de Israel. Su muerte en la cruz fue un cataclismo para sus prosélitos. Esto es creíble. Y se puede aceptar como dato para confirmar que Jesús existió.

Presuponemos, al ser “discípulos”, que habrían convivido con “el Maestro” durante algún tiempo. Asimismo y por las palabras que luego dicen, habían presenciado los terribles acontecimientos de días anteriores. Sin embargo ellos no vieron, en el personaje que se les unió, a ningún resucitado ni reconocieron a su Maestro. Esto no tiene visos de veracidad. Se puede creer… pero no es creíble (la polisemia del término creíble puede inducir a algún error que los sabios intérpretes de este blog aprovecharán).

Finalmente, “al partir el pan se les abren los ojos…”, reconocen a Jesús pero Jesús desaparece. Inverosímil, inaceptable, el sentido común fundado en lo que es el hombre y en lo que la vida es, lo rechaza. Se acepta porque se cree… pero no es creíble.

En definitiva, un relato más de los Evangelios que confirman lo que todos dicen: aunque los Evangelios puedan contener elementos históricos o geográficos que induzcan a otra cosa, a la creencia del resto, no son relatos fiables para la historia. No se puede hacer “historia” del personaje Jesús. ¿Qué son?


El cronista pretende “decir” algo con esta narración; quiere “enviar un mensaje”. A nuestro entender se refiere a tres aspectos: confirmar que Jesús había resucitado para construir una nueva religión que desbancara otras de tinte similar; que los responsables de la muerte de Jesús eran las autoridades judías, no las romanas, con lo cual pone las bases para exculparles de responsabilidad… no fuera que el cristianismo tuviera problemas en su expansión por el Imperio; y, quizá, la exaltación del “partir el pan”, es decir, la Eucaristía, aunque esto será una construcción posterior (ahí están las interpolaciones demostradas en copias posteriores de los Evangelios).
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