Cultura o naturaleza.

Es cierto que la conformación de la sociedad, con sus leyes, sus estructuras productivas, sus estructuras políticas, etc. es, TODO, producto de la cultura. Pero también lo es que jamás el elemento “natural” subyacente en todo lo humano se ha visto ni se verá sometido al poder del elemento “cultural”. No es esa la vía. Ese camino es huida. Ahí está Nepal, por ejemplo, para atestiguarlo.
Todo indica que no es por la prevalencia de una u otra esfera de la vitalidad, en palabras de Freud “super-yo” o “ello”, por la que el hombre llegará a ser una u otra cosa, un elemento natural más o un producto “cultural”.
Asunto vital es que lo mismo que los logros de la razón han sido espectaculares –bien distinto es que la razón haya evolucionado--, también los sentimientos deben evolucionar hasta ser controlados, integrados o dirigidos por la persona.
De momento los sentimientos son el arma que la razón quiere desarmar, a lo que se niega el hombre porque sigue teniendo miedo a las fieras que andan sueltas por su subconsciente: temores irracionales, aprensiones recelosas, dudas que sumen en la perplejidad, presentimientos, augurios...
De ser instancias personales han de ser instancias sociales: los sentimientos en función de la persona y de la sociedad. El beneficio será mutuo y compartido.