Enseñanza religiosa (1/7) A propósito de sus propósitos
Comienza el Curso Escolar y a la Jerarquía les escuece sobremanera el hecho NORMAL de que la enseñanza religiosa se vaya desterrando de los colegios para quedar al recaudo de donde siempre debió estar, la catequesis en las iglesias.
Creo recordar que fue en 2005 cuando la Conferencia Episcopal editó un opúsculo, interesante en verdad, respondiendo a cincuenta preguntas de por qué se debe impartir dicha enseñanza.
Vuelvo a él porque en modo alguno ha perdido vigencia; vuelvo porque es referencia a lo que piensa la Iglesia... y que felizmente el Estado ha puesto en su sitio.
Y vuelvo porque no es cuestión de desaprovechar pensamientos escritos en su tiempo y no publicados. Así que hacemos astillas del árbol viejo y allá va lo que va.
Preámbulo
La Conferencia Episcopal Española ha editado un opúsculo (Editorial EDICE) donde en forma de preguntas y respuestas, se condensan las objeciones y argumentos que aquélla esgrime a favor de la enseñanza religiosa en las escuelas, con cargo a los presupuestos del Estado exigiendo que el Gobierno, cualquier Gobierno, acoja como un pretendido bien para la sociedad tal enseñanza.
Arguyen y remiten, entre otras razones, las dos sustanciosas, a la constitucionalidad de dicha enseñanza y a la demanda social de la enseñanza religiosa.
Las dificultades por las que atraviesa la enseñanza religiosa, a las que aluden al comienzo de su panfleto, son a la vez cosecha de lo que la Jerarquía sembró durante lustros y corre pareja con la caída de la venda de las masas con más cultura; pero es, sobre todo, consecuencia de la mayoría de edad a la que, gracias a corrientes de pensamiento humanistas, filosóficas, racionales y a cuantas ponen como centro a la persona, no al creyente, está llegando la cultura occidental.
Los jerarcas de la CEE deberían ser conscientes, al menos una vez, de que son muchos, los más quizá o cuando menos las mentes de pensamiento liberado, los que quieren ver desterrada del ánimo social la creencia, cualquier creencia, que conduce a los pueblos al enfrentamiento, a la desunión, al entontecimiento, a la pérdida del sentido humano de la vida, a la tergiversación de la ética natural ingénita en cada persona, ética por la que todos –ellos también—se guían en la vida diaria.
Frente a ella, propugnan una conciencia de moralidad que todo lo basa en el sentimiento de culpa, fruto de pecados inexistente o creados ex profeso.
Se podría aplicar toda su andanada explicativa --50 preguntas con respuesta-- a hechos similares y percibir la irracionalidad de lo dicen: ¿por qué no enseñar en las escuelas métodos, formas, técnicas... de la alquimia; o el arte de la adivinación como fundamento de la conducta; o el profundo y arcano saber de la astrología?
¿Y por qué no la religión musulmana, tan espiritual y dignificante de la persona como la católica?
Dirán que porque ha sido ésta la religión imperante en España durante siglos: no creo sea éste argumento sustancial, porque a España son ellos los que no han dejado que fuera otra cosa, aunque a la fuerza admitan ahora la separación entre Iglesia y Estado como algo normal. ¿Por qué ahora sí y antes no?
Otro argumento que esgrimen, el de que es la religión verdadera. Pues... otra forma de engañarse a sí mismos, porque a los demás ya no engañan. En un mundo ya felizmente global, es tan discutible como cualquier cuestión que dependa de las opiniones y de los sentimientos: para un paria de la India el hinduísmo es su religión verdadera; para un chino lo es el confucionismo; para un fiel musulmán, el Islam es la verdadera, y hoy día ésta es la religión más numerosa.
No, no tienen argumentos suficientes frente a quienes pueden esgrimir otras cincuenta preguntas “sensu contrario” para fundamentar el rechazo a la educación religiosa.