Fidel Herráez Vegas, ex arzobispo.

Mi "admirado" recuerdo a mi perseguidor: también es casualidad que habiendo tantas diócesis en España, le cayera en suerte la de Burgos, provincia en la que se encuentra Revilla Vallejera, mi pueblo de adopción. 

Estoy seguro de que este escrito de hoy llegará a manos del ya emérito arzobispo de Burgos, como me consta que le han llegado otros. Mi ego crecería un punto al saber de tan egregio lector. La diferencia con escritos anteriores a él dirigidos es que ahora puedo firmar con mi propio nombre sin temor a venganzas ruines y puertas cerradas, como tanto se ha visto en círculos clericales.

Con la remembranza de aquellos años y a la distancia de casi veinte, todavía siento algo de aquel dolor, malestar y opresión que entonces viví. Malhaya el día que lo conocí. Tuve estrecha relación con este buen señor durante un breve periodo de su vida, año y medio. Le escribí mi primera carta para concertar una reunión el 21 de diciembre de 1.999. Por cierto, a través de mensajero me dijo que “en estas cuestiones” no invoque “el espíritu del Evangelio y demás zarandajas que no vienen a cuento”. Estaba en juego la desaparición del Colegio Nuestra Señora del Carmen S.L. por el voraz apetito del “señor Cardenal” de hacerse con el edificio donde ahora se alza el flamante, aunque menguado “Colegio Arzobispal”.

El Colegio Ntra. Sra. del Carmen, mal que bien y con las goteras de presupuestos escasos, seguía funcionando; la comunidad educativa estaba unidísima y, sobre todo, era feliz; teníamos los proyectos para establecer la Secundaria; teníamos ya concertada la subvención cuatrienal... En nuestro Colegio, el número de alumnos oscilaba de unos años a otros alrededor de los 300. Ahora dicen que tiene 130.

Entre enero del año 2000, quitando los meses de vacaciones escolares, y el 17 de julio del infausto para mí año 2.001 me reuní con él no menos de veinte veces. Tenía que dar cuenta de tales reuniones a la sociedad que regía el Colegio, al APA y al Consejo Escolar de lo allí tratado, por lo cual todavía conservo los escritos.

Es evidente que Fidel podrá aportar razones válidas para el destrozo y la ruina que hizo con nuestro colegio. Algunas de ellas se sustentaban en aquella frase de Santiago, su abogado, amén de otras muchas amenazas: “¡Qué propaganda vais a intentar vosotros, si nosotros tenemos la COPE!”, además de la alianza con las autoridades educativas de la Comunidad de Madrid, entonces del PP.  

Por resumir en pocas palabras lo que fueron muchísimas y muchísimas vicisitudes, la cuestión estribaba en que el Arzobispado había adquirido el “inmueble”, por compra condicionada, pero la sociedad que regía el Colegio era dueña del “uso” del edificio para fines escolares únicamente, tal como estipularon los tres donantes del mismo a las monjas Vedrunas a mediados del siglo XIX (1868). ¿Quién tenía razón?

Nunca pudimos llegar a que la Justicia lo determinara. El Arzobispado vació el Colegio metiendo miedo a los padres de que sus hijos se quedarían sin puesto escolar y a los profesores de que se verían en la calle. Con el chantaje añadido --¿recuerdas, Fidel, la hoja que enseñaste a los padres? — de que nosotros no queríamos más que dinero, cuando lo cierto es que la petición de cantidades exorbitantes era un pretexto para seguir alargando el asunto por ver si “el señor cardenal” reculaba.

Sucede muchas veces que aquello a lo que no damos importancia o no pensamos en ello, en nuestro caso la entrega a labores de enseñanza, lo cobra cuando nos vemos despojados de ello. Eso me pasó a mí, al ver cómo destrozaban mi vocación educativa. Ha sido el mayor traume de mi vida. Años he tardado en recuperarme, incluso con pesadillas. Añádase que la pérdida familiar de dos puestos de trabajo fue un quebranto económico serio.

Lo he visto más veces, incluso ya arzobispo, en este pueblo donde ahora estoy, al que acudió en dos ocasiones (¿?). Quizá me buscara, porque sabía de mí. Pero sí, lo vi antes, en el año 2004. En mayo, se casó el Príncipe hoy Rey. Allí estábamos ambos, yo detrás del altar, miembro del Coro Nacional de España cantando los loores de tal evento; en el altar, Fidel Herráez acompañando a su ronco señor, Rouco Varela.

Podría decir que siento disentir de quienes ven a Fidel Herráez como amigo y ven en él excelsas cualidades, antes como obispo auxiliar y ahora como emérito. Pues no, no lo siento. Ni puedo decir que sus bondades enmascaren los siniestros cometidos a que se prestó. Más bien disiento escribiendo esto. Lo que espero es que le siga royendo la conciencia el destrozo personal, laboral y escolar a que se prestó cuando tuvo que obedecer a su “rouco señor”.

Y por si Fidel llega hasta aquí, le recuerdo el contencioso que todavía sigue pendiente entre nosotros; le recuerdo aquellas fotos subversivas que le entregué; le recuerdo la mediación del bueno del P. Ángel, sacerdote de San Dámaso; le recuerdo que hay cosas “que no se pudren”, como bien pudo ver su amigo Belisario, sí, el que le llevó hace bien poco a los tribunales de Madrid por apropiación indebida... (tengo copia del vídeo, sentado Fidel ante el juez).

Dirá Fidel que tenía que obedecer al “señor Cardenal”... También Javier, obispo auxiliar de Monseñor Suquía, se vio en la misma situación, exactamente la misma, en 1989, cuando las Vedrunas se retiraron del Colegio y nos hicimos cargo los profesores de dicho Colegio. Entonces el arzobispado se retiró y desistió de las mismas pretensiones. Pero Don Antonio María Rouco Varela era demasiado “rouco”.

Seguiré con el tema. 

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