Globalización e Iglesias, incompatibles.

¿Capacidad para cambiar el signo de la globalización? No tiene la religión, con la tropa “humana” de que dispone y la ideología que la mueve, aptitud para hacerlo.
Y son muchos los motivos. Si nos referimos a la iglesia cristiana, precisamente la más implantada en los países pioneros de la globalización, tenemos muchos motivos para dudar de su capacidad, por no decir de su interés:
ha perdido “convicción” en su doctrina social “salvadora”;
se mueve según principios del pasado aplicando las fórmulas de siempre a realidades sociales que han cambiado de forma radical;
abundan las ideas “escapistas” que incitan a las gentes a rechazar “este mundo” definitivamente pervertido y buscar con más ahínco el otro;
las mentes más preclaras, las que generan pensamiento, las que suscitan las ideas en la sociedad están al margen o decididamente en contra de las creencias;
la mayor parte de las “Iglesias” son nacionales o se han escindido en “tendencias” o “sectas”;
hay, en algunos lugares, excesiva dependencia de los poderes temporales, se han vuelto acomodaticias, temen denunciar al poder en personas y hechos concretos y divagan en principios generales;
su opción por “los pobres” no tiene otro interés que el de “disponer de bulto”, el de poder utilizar una masa, a la que no puede dar otra esperanza que la misma esperanza;
los remedios reales y específicos aplicados y vistos hasta ahora no pasan de ser “misiones” que aúnan escuela, dispensario y centro de beneficencia; alivian el mal pero no se atreven con la raíz.