Juegan con Dios y con la salud - 3


Los que gozan de una cierta cultura, necesariamente dejan de lado aquellos aspectos más groseros de la credulidad “salutífera”, ésta que pretende, busca y a veces hasta encuentra la curación de enfermedades o el restablecimiento de la salud acudiendo a esos centros de “magia oficial” como son Fátima, Lourdes, Medjugorge, Guadalupe... donde se trafica con la esperanza imposible de tanta gente desauciada.

Se sabe que la palabra "obra milagros" cuando de curar enfermedades hablamos. Muchas veces no se sabe ni por qué no cómo, pero así es. Ahora bien, otra cosa son los "santuarios" institucionalizados, Fátima por ejemplo, a los que acuden muchos desesperados "sabiendo" que allí pueden encontrar la salud. Esto es un engaño y un desfalco. Y si eso no es perseguible de oficio, no sé qué atentados más graves puede consentir la sociedad contra la salud mental de sus ciudadanos. Esos centros del engaño autocomplaciente debieran ser objeto de investigación, si no criminal, sí por lo menos profiláctica.

Pero hay encontronazos todavía más groseros si cabe, por ejemplo cuando la palabra de unos exaltados o fervorosos creyentes no es que propugnen centros alternativos de curación crédula, sino que su palabra se alza contra una minúscula vacuna. Vacuna y palabra no están en el mismo nivel de consideración, desde luego, pero eso sólo lo tiene en cuenta la ciencia que descubre las vacunas, que "pasa" de considerandos pueriles, como acudir en “trenes especiales” a Fátima o Lourdes.

Desconoce la ciencia el enorme poder que la palabra de un imán o un obispo tiene. Son "instancias" que pretenden situar tales descubrimientos en estratos no definidos –para ellos sí, claro está—a la búsqueda de descalificaciones y recalificaciones.

Antaño fue la vacuna contra la viruela, que prácticamente ha desaparecido del mundo o al menos se ha conseguido desterrar el miedo a sus efectos otrora mortales. Idénticos resultados se esperan de la vacuna de la polio: por unos céntimos y dos gotas, a salvo la vida de un bebé. ¡Qué sencillo!

Hasta los países más pobres y atrasados habían hecho el “esfuerzo” y se habían puesto de acuerdo en parar guerras –sucedió en El Salvador--, guerras que de la pobreza les llevaban a la miseria para, al menos, hacer posible que los niños no murieran en su primera año de vida (más carne de cañón en el futuro).¡Algo tan humano!

Pues aquello que hasta había calado en las mentes más obtusas como son las de los matones con fusil y uniforme, no había conseguido entrar en la mollera de algunas otras iluminadas por la fe.

Bengala, década de 1990/2000, campaña de vacunaciones, entusiasmo de padres y madres que al fin verían un futuro más sano para sus hijos. Pues ahí estaban esos musulmanes, intransigentes con todo, propagando el rumor de que las gotas que la medicina “occidental” ofrecía eran un brebaje que provocaba impotencia y diarrea. Occidente, donde tiene su hogar el demonio.

Año 2005. Nigeria, país libre de polio. Un grupo de ulemas, religiosos islámicos, promulgaron un edicto –fatwa— afirmando que la vacuna de la polio era una conspiración de EE.UU. de consuno con las ONU contra la religión musulmana. Conspiración para esterilizar a los verdaderos creyentes. Consecuencia: brotes de polio en el N de Nigeria; contagio en La Meca por peregrinos nigerianos; extensión de la misma a otros tres países africanos anteriormente libres de polio.

¿Casos aislados de fanáticos? Ni mucho menos. Por parecer que así se alienta el libertinaje y no la prevención del sida, la campaña católica contra los condones no se queda atrás. Cardenal Alfonso López Trujillo, presidente del Consejo Pontificio para la Familia –cuanto más rimbombante el nombre mayor credibilidad--: todos los condones se fabrican en secreto con agujeros microscópicos que impiden la fecundación pero dejan pasar el virus del sida. Autoridad reconocida, pocas palabras, daño inmenso. No se preocupen, podría haber añadido: vayan a Fátima y, si tienen fe, quedarán curados.

Si esto puede causar daño en países europeos, países de escolarización total y con más o menos cultura, ¡qué decir de países atrasados, pobres y con población en su mayoría analfabeta!

Brasil, época de Carnaval, palabras del obispo auxiliar de Río de Janeiro: “...la Iglesia es contraria al uso del preservativo. Las relaciones sexuales entre un hombre y una mujer deben ser naturales. Jamás he visto a un perrillo utilizar ningún preservativo en el acto sexual con otro perro”. Sin comentarios.

Y la afirmación de que los condones transmiten el sida lo han afirmado el cardenal de Nicaragua, Obando y Bravo, el de Nairobi y el de Uganda, E. Wamala. Éste último dijo que las mujeres contagiadas por sida deberían ser consideradas mártires, lógicamente mártires dentro del matrimonio.

Y si esto dicen “altos príncipes de la Iglesia”, los imbecilizados islámicos no se quedan atrás. Indonesia, 1995, Consejo de Ulemas: el preservativo sólo debe consentirse –algo es algo—para parejas casadas y ¡con receta médica! Irán: un trabajador con sida pierde el empleo y no tiene derecho a tratamiento hospitalario. Pakistán: se glorían de que no hay tal problema por el respeto que hay a “los valores sociales e islámicos”, pero allí parece normal que una mujer sea condenada a ser violada por un grupo de hombres para expiar la “culpa” ¡de un hermano suyo violador!

Late en el fondo la tontería crédula de que las enseñanzas del Corán se bastan y sobran para eliminar la epidemia de sida, las drogas, y hasta el adulterio o la prostitución. Pues he ahí este chascarrillo iraní: para erradicar la prostitución los ulemas consienten “matrimonios temporales” donde primero se firma un acta de matrimonio y a las pocas horas el de “divorcio”. Los casados no pecan. Ahora que se ha extendido el contrato sin papeles prenupcial –los jóvenes se juntan y se acabó— la Iglesia podría tomar modelo para no perder a tanto posible redimible.

Como todas las religiones gozan de medicina curandera propia, de ahí la actitud hostil hacia los medicamentos, las operaciones, las transfusiones, los profilácticos o los preservativos (En la católica no tanto, porque es una religión depurada y acomodada). Y por efecto contrario, se ve cómo la socialización de la medicina termina con tantos tabúes crédulos y tantas prácticas de magia interesada.

Parecerán desproporcionadas estas palabras vistas desde la estima y consideración que gozan las religiones occidentalizadas, espiritualizadas, edulcoradas y fregadas de esos rastros y rasgos tan bastos y horteras. Lo que sucedía antes, sucede ahora, si no aquí, sí en cualquier otro sitio del planeta donde la religión campa por sus respetos.

Antes decían que las plagas y las pestes eran un castigo de los dioses --luego fue “castigo de Dios”-- porque lo que buscaban era consolidar y afirmar el poder de los sacerdotes y raer a los disidentes, herejes, heterodoxos... que eran quienes propagaban la peste, quienes envenenaban los pozos, quienes echaban el mal de ojo o satanizaban con sus embrujos la sociedad.

¡Si lo dice un sacerdote, cómo no va a ser verdad! Más todavía: si hasta un papa bien considerado, como es el crédulo mayor, Francisco, va a Fátima, ¿cómo va a ser falacia todo eso? Pues se acabó la Seguridad Social: a los españoles nos queda cerca. Es la gran suerte de los cacereños, que en pocas horas, un fin de semana, están curados.
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