Lectura crítica y humana de “Spe salvi” (6/6).

Y pasa a continuación [36] a relacionar esperanza con sufrimiento. El eterno problema del mal, cuya gran complejidad ventila en dos palabras --deriva, por una parte, de nuestra finitud y, por otra, de la gran cantidad de culpas-- y que será siempre la piedra donde se estrelle el Dios Providente. La endeblez de la exposición es patente y patética.
Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito [37]
1º nadie esquiva el sufrimiento, porque éste se impone;
2º ni él mismo sabría decir en qué estriba esquivar y huir;
3º decir esto es una ofensa a quienes sufren, minimalizando una situación que casi siempre se torna cósmica y envolvente en el que sufre;
4º hasta ellos mismos, cuando caen enfermos, acuden prestos a los remedios de la ciencia, no a las curanderías y milagrerías varias de que disponen, sea Fátima, Lourdes o el Cristo de la Agonía;
5º no hace falta tener fe para saber aceptar el dolor, siempre es mejor la mano cariñosa de la madre o del esposo, la sonrisa de la enfermera, la palabras convincentes del médico, la reflexión propia;
6º el único sentido del dolor es que éste nos avisa de que algo no funciona en el organismo y hay que poner remedio so pena de sufrir males mayores;
7º ese sentido cristiano es lo último que se le ocurre a un creyente cuando sufre una dolencia: lo primero que se le viene a la mente es ir al médico; luego, sí, reza, pero no para aceptar el dolor sino para que se opere el milagro.
El testimonio de Pablo Le-Bao-Thin († 1857) es otra vez, sin infravalorar en modo alguno al personaje citado, un huir de la explicación verdadera introduciendo un elemento de fanatismo consolador. Pero sobran explicaciones cuando es la realidad, la ley natural, la que se impone.
En el sufrimiento, lo único que por ley natural consuela es encontrar una salida, un remedio, sea del signo que sea: esperanza en que esto cambie, la llegada de un libertador, la identificación (con Cristo o con quien sea), la locura incluso.
La grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el que sufre [38].
Suscribimos lo que en este número se dice, pero podría haber empleado otra palabra. Dicho así, esto es un sofisma. No negamos lo que dice, pero la grandeza de la humanidad no estriba en eso. ¿Por qué no en “lograr la armonía con la naturaleza”, “en alcanzar la plena escolarización”, “en conseguir alimentos para todos”, “en encontrar vacunas para las enfermedades”, “en alcanzar el pleno empleo”, “en lograr más horas de ocio”, “en la generalización de la cultura”...?
Diga más bien que es uno de los rasgos que distinguen unas sociedades avanzadas de otras. De hecho la Europa occidental, la que va dando de lado a los credos, es una avanzadilla del mundo en este sentido: medicalización generalizada, atención en urgencias a cualquiera, hospedajes, Samur, comedores sociales, defensa de la mujer...
(Necesidades imperiosas --hay un hermosísimo puente en ciernes que tiene más valor humano y familiar más que todas las encíclicas reunidas-- me impiden continuar hasta el número 47. Quede constancia, de todas formas, de algo elemental... que resumo con palabras de Campoamor
En este mundo traidor
nada es verdad ni es mentira
todo se ve del color
del cristal con que se mira).