Life starts when the Church ends

O en otras palabras, los que rechazan la idea de ese Dios personal que agitan los cristianos –la esencia, la existencia y la subsistencia, sus cualidades— parece como si tuvieran la obligación de aportar razones para ese rechazo. Razones que, por otra parte caso de haberlas , ningún creyente estaría dispuesto a admitir.
En este blog hemos incidido una y otra vez en tales razones… Pero la razón se da de bruces contra el muro de aquellos que afirman que la fe es su vida o al menos parte de su vida. Quizá sí puedan servir alguna vez a quien está en disposición de creer o a punto de no creer, pero duda.
Su defensa es el ataque, inquiriendo por nuestra negativa. Pero no reparan ni se preguntan a sí mismos, con honradez, por qué y también para qué creen. ¿El creyente se ha preguntado alguna vez por qué cree en Dios? La mayoría, no.
Lo que están y estamos acostumbrados a ver es que a Dios se le da por supuesto. Es un “suppositum”, un presupuesto, un “por descontado”. Dios es algo que no se discute, se parte de él, se considera una hipótesis demostrada. Y a partir de ahí viene todo lo que viene.
Pero, de nuevo la pregunta: ¿por qué crees en Dios?
No respondan porque ya tengo algunas respuestas:
1. Porque se ha revelado al mundo, primero como Palabra y luego como Persona.
2. Porque el Universo demanda un creador
3. Porque la historia no tendría sentido sin él
4. Porque lo siento dentro de mí
5. Creo porque tú no crees: “Yo creo en Dios porque me molestan los que no creen Dios” [algunos añadirían: Y si por mí fuera, los mataría].
Estoy por suponer que si alguna vez se han preguntado por su propia creencia, por su posición personal ante Dios, no han encontrado respuestas propias, personales, extraídas de su propia razón y de su personal experiencia.
La mayoría de estas respuestas son respuestas “inducidas”. Es decir, son respuestas aprendidas. Sí, claro, dirán, también las razones para no creer son respuestas inducidas. Hay una diferencia esencial: lo que “mi” razón me dice, me sirve “a mí”. Lo que tu creencia te dice, te somete a los dignatarios de la fe.
Lo que sigue ya apareció en un artículo publicado en Mayo de 2013. Sin embargo, como viene como anillo al dedo como complemento de lo dicho, lo reproduzco. Es el testimonio de una joven que consiguió liberarse de credos que no le llevaban a ninguna parte. Es un argumento testimonial y es una forma de dar razones.
Crecí en una familia ultra católica, yendo a misa todos los domingos, participando en misiones juveniles y adorando a Dios a ojos cerrados. Llego un punto de la vida en el cual comencé a cuestionarme todas estas cosas de las cuales estaba tan segura y me di cuenta de que nada tenía sentido.
Concuerdo con la mayoría de las cosas que escribes. No porque no tengamos respuestas para ciertas cosas tenemos que inventarlas. No hay nada malo en tener preguntas sin respuestas. ¿Existe Dios? Nadie sabe, y tanto negarlo como asegurar su existencia es responder a una pregunta sin respuesta sin tener argumentos objetivos.
Por otro lado, no tiene sentido que un Dios de amor, misericordioso, humilde, y acreedor de todos estos pomposos adjetivos calificativos, nos haya creado con el fin de alabarlo y glorificarlo. ¡Que vanidoso! ¡Que egocéntrico! ¿No les parece?
Por otro lado, si fuera tan generoso, amoroso y misericordioso, les daría la bienvenida a todos los miembros de su creación en el "reino de los cielos" y no tendíamos una sola oportunidad para "aprobar el test del pecado", para condenarnos por los siglos de los siglos al terrible infierno o acceder a su esplendoroso reino. Más aun teniendo en cuenta que el ser humano tiende por naturaleza "al pecado" sería una broma de mal gusto habernos creado así para luego condenarnos al 99% de los humanos a arder por toda la eternidad.
Desde que dejé mis creencias religiosas a un lado, me siento libre, con la capacidad de reconocer por mí misma mis errores y mis faltas, y reconocerlas para arrepentirme por el daño que le pude haber causado a alguien/algo en vez de arrepentirme por el terror de ser condenada.
No siento culpa por vivir con mi novio sin estar casada, ni por usar anticonceptivos. Siento orgullo por estar a favor de la lucha homosexual para no ser discriminados, por estar a favor del divorcio, del amor libre y de un montón de otras cosas que siendo católica habrían sido causa de mi discriminación y excomulgación. Desde que saque a la religión de mi vida me siento dueña de mis decisiones y de mis creencias. Desde que saque a la religión de mi vida vivo más feliz. "Life starts when the Church ends”