Santos protectores o el mal gusto como norma.
Hay “santos” para todo. A veces ni se sabe por qué son “protectores de...”: algunos están asociados a determinados males o bienes sin saber por qué. Otros lo están ¡sólo por el nombre! Así, como la rima en asonante es fácil y el nombre contiene “pan”, se invoca a San Pancracio para tener salud y trabajo.
A veces por confusión del verbo. Como en una escondida antífona de las II Vísperas de un “oficio” elaborado en la Edad Media aparece Cantántibus organis, Caecilia Domino decantabat dicens... (1) hétela aquí convertida en patrona de los músicos. Confundiendo "órganis" (instrumentos de suplicio) por "órganis" (órganos musicales). Y confundiendo "candéntibus" por "canéntibus" o "cantantibus" (un recuerdo de latines: ablativo absoluto).
Al menos los artistas músicos tienen por patrona a una virgen, --casó pero, por supuesto, no ejerció--, joven, atractiva y de familia noble, asaz “aprovechable” para otras artes, como las de Dolei, Gauthier, Maderno, Rafael o Dominichino.
Otras veces no se sabe qué favores dispensa tal u cual santo, pero el crédulo confía en que conceda “esos favores”, los suyos, porque son específicos de él.
Hay santos con mercedes exclusivas, como si de especialidades artesanales se trataran, curiosamente casi siempre medicinales:
* como el fontanero arregla los grifos, san Judas remedia las causas imposibles (¡que ya son ganas de retorcer la gramática, hacer posible lo imposible!);
* Celestina procura el novio, Santa Rita o San Antonio aseguran el casamiento;
el médico o el ginecólogo diagnostica, Santa Águeda, Acisclo o Victoria protegen los pechos femeninos;
* la comadrona ayuda en el parto, San Expedito, como su nombre indica, lo hace fácil.
* Blas para las anginas; Luis Gonzaga alivia fatigas del estómago; Vito contra la histeria o el nerviosismo; Antonio Abad cura picores, verrugas y es protector general contra cualquier mal de los animales; Martín de Porres, enfermos incurables; Genoveva es adecuada para el hambre...
¿Para qué seguir? La lista de que dispongo comprende cuatro apretados folios, pero podría ampliarse mucho más. No es casual que contra la peste del ganado prolifere otra peste, la de los protectores: Sebastián, Valentín, Walburga, Agata, Roque, Bárbara, Bruno, Casimiro, Catalina de Siena, Cristóbal, Cutberto, Edmundo, Colmano, Francisca Romana, Francisco de Asís, Fco. de Paula, Fco. Javier, Genovevo, Gregorio Magno, Leocadia, María Magdalena, Marta, Rosalía... Póngase delante el “san” de rigor y aplíquese el carcajeo condigno.
Hoy no sirven para nada porque nadie que piense con seriedad acude a ellos. ¿Pero en el pasado sí? No lo sé, aunque mucho me temo que la expresión verbal del deseo ayudaba mucho a solucionar el asunto.
(1) Al son de los órganos, Cecilia cantaba al Señor