Seminarista, ¿lo has pensado bien? ( 2)


(continuación del artículo de esta mañana)

Lo triste es ver y comprobar cómo esos patrones, a la larga, van desapareciendo del horizonte personal dejando un vacío de moldes imposible de llenar con la línea conductual marcada por la jerarquía, pero de los que, paradójicamente, no pueden prescindir, so pena de encontrarse vacíos frente a los retos de la vida.

La edad de los 12/20 es únicamente formativa, en nada diferente a un internado, aunque marca y condiciona la personalidad en construcción del adolescente o del joven; la de los 20/35 años es la productiva, la vitalista, la de “comerse el mundo”; la de los 35/50 años suele ser letal, edad en que los ideales primeros van disipándose como nieblas matutinas ante el sol del mediodía, edad en que lo real, la burocracia de lo sacro, choca frontalmente con pensamientos y vivencias, edad crítica para elegir el camino del abandono o de la entrega al “A dónde iré: para cavar no tengo fuerzas...”

Es a partir de los 50 cuando personalidad asentada y conducta subsiguiente divergen por caminos de lo más variopinto:

a) los que encuentran un hálito de vida nuevo en la vivencia religiosa. Los hay de tres o más tipos: los neoconversos, que han descubierto una nueva vitalidad en la fe juvenil y saben transmitirla a los demás; los entontencidos y adormecidos por la fe, incapaces de profundizar en la teología que estudiaron; los tontos de remate que siguen repitiendo los tópicos jamás olvidados pero que se nota a la legua que nada les dice;

b) los que encuentran sentido a su vida con actividades "para-religiosas" pero que nada tienen que ver con la esencia de la fe: enseñanza, hospitales, atención a drogadictos...

c) los que hallan refugio en actividades paralelas: publicaciones, estudios, plantas, bricolaje y similares.

d) los abandonados a su suerte, con caídas significativas en la depresión, en la tristeza vital, en arrastrar los días como sea, yendo de la cama a la misa, de ésta al sillón y del sillón a la comida para pasar la tarde viendo la televisión;

e) los hipócritas de la fe, que muestran una conducta aparentemente fervorosa pero encuentran las cloacas por donde dar escape a sus pulsiones: espectáculos, excursiones, viajes, actividades turísticas diversas e incluso labores de seducción de señoras desamparadas...


Conozco a un clérigo, de cuya trayectoria tengo preparados varios artículos muy sabrosos, que aúna ser canónigo, miembro del Opus, encargado de causas matrimoniales en un Arzobispado hispano, predicador y confesor de postín... ¡y pretendiente de una profesora soltera en sus ratos de ocio dominicales!

La frase , creo que de Agustín de Hipona, “tarde te conocí, oh belleza siempre antigua y siempre nueva” degenera y contrasta con expresiones más reales como la de aquella monja, santa en vida pero ya difunta, que a sus 82 años me dijo: “Si pudiera me salía. Ay, si lo hubiera sabido antes...”.
Volver arriba