Testimonio personal y encontronazo con los libros.

Leí un libro, “Lo Santo”, cuando mi creencia era pura, inmaculada y animaba mis acciones. Libro considerado “clásico” y de lectura obligada. Lo he vuelto a releer con otros criterios, cuando ya la racionalidad es la luz que preside mis acciones... o al menos lo intento.
Por ser un clásico, tengo que referirme a él como tal, aunque de tal cariz los hay a centenares hoy. Nada tengo que objetar a los análisis certeros acerca de ese “presentimiento de la irracionalidad numinosa” que embarga a la credulidad.
La objeción es total cuando deduce inferencias a tenor de sus propias creencias. Constato una frecuencia absoluta en que nadie, al escribir, consigue despegarse de lo que cree. El credo lo tiñe todo e impregna cualquier juicio pretendidamente imparcial. El credo se da por supuesto, no se pone en tela de juicio... La cuestión es cómo justificarlo. Y en este libro también se da.
Una frase tan sólo:
...el testimonio del propio ánimo en pro de las ideas religiosas... ciertamente es más robusto en el hombre ingenuo que en quien ha perdido la ingenuidad, pero que todavía podrían reconocer muchos en sí mismos, si de manera serena y objetiva quisieran recordar tan sólo su estado de ánimo durante la primera comunión.
Al llegar a este párrafo, no pude más. Con ésta y parecidas afirmaciones quedaban arrumbadas las pocas esperanzas que tenía de que algún libro pudiera desligarse del sustrato crédulo o siquiera pudiera ponerse en parangón frente a algo que he percibido mucho más importante, mis propias “experiencias vitales”, no delegables ni sustituibles por sensaciones inducidas.
Y lo mismo que me refiero a "Lo santo", podría citar toda la caterva de libros que aparecen hoy día buscando la unión entre "lo humano" y "lo divino", las más de las veces por la vía del sentimiento sentimental.
Muchas son las razones para descartar del paisaje intelectual libros pretendidamente científicos como éste, aún dejando de lado actitudes mentales de rechazo, que también:
--dar por supuesto que es bueno e incluso natural tener esas ideas;
--dejar entrever que el hombre “pierde” parte de su esencia cuando deja de sentir lo tremendo;
--dar por descontado que lo religioso se debe ver como algo connatural al hombre;
--partir de ideas preconcebidas sobre hechos que se dan;
--no sacar las conclusiones de cómo va desapareciendo tal sentimiento en sociedades avanzadas –cuidado, no meramente individuos—;
--confundir ingenuidad con ignorancia...
Por decir algo o por salvar algo, esa “reverberación” espiritual ante lo numinoso sólo es humanamente admisible quizá en los momentos de inspiración artística, como un elemento generador de arte, sinónimo del llamado sentimiento estético.
Lo otro es dar de lado los avances de la ciencia y la superioridad del hombre educado y cultivado sobre el “natural”.
“Hombre natural” que las más de las veces es un ser paupérrimo, socialmente desprotegido, sin acceso a la educación, obligado a trabajar de sol a sol, cargado de hijos, hundido por las deudas, preocupado por el sustento de su familia, con las vías mentales cegadas para cualquier idea superior... presa idónea y fácil de la creencia.
¿O no van a esos recónditos espacios de miseria tanto "las religiones" como "los religiosos" buscando la carnaza biológicamente vital con que poblar mínimamente sus iglesias, mansiones y mausoleos que por las mismas leyes biológicas se van quedando con poca carne en el refectorio y con muchos huesos en el cenotafio? ¿No van a "misionar" a parajes que más que enviados de Dios necesitan enviados de la Justicia, magnánimos de la Economía y bienintencionados de la Política?