Veneran verdades que otros creen cuentos


Copio de Mircea Elíade:

«La distinción hecha por los indígenas entre "historias verdaderas" e "historias falsas" es significativa. Las dos categorías de narraciones presentan "historias", es decir relatan una serie de acontecimientos que tuvieron lugar en un pasado lejano y fabuloso. A pesar de que los personajes de los mitos son, en general, dioses y seres sobrenaturales, y los de los cuentos, héroes o animales maravillosos, todos estos personajes tienen en común esto: no pertenecen al mundo cotidiano. Y sin embargo los indígenas se dieron cuenta de que se trataba de historias radicalmente diferentes».


Todos los que recalamos por aquí tenemos una tradición cultural cristiana. Quiere esto decir que hemos sido imbuidos de “historias verdaderas” que durante mucho tiempo no hemos puesto en duda, que hemos asimilado como tales, como verdaderas, y que nunca se han puesto en duda… hasta que la DUDA llega.

¿Qué puede suceder con una persona que llega a adulto sin haber sido “educado” –no meramente “instruido”— en tales verdades? ¿Cómo se enfrenta, cómo asume o cómo interpreta las verdades del credo cristiano?

Recuerdo haber leído no sé dónde el caso de un profesor japonés que en la contemplación de los enormes logros conseguidos por el cristianismo determinó estudiarlo a fondo con el propósito de hacerse cristiano católico. Sin embargo hubo algo que le contuvo, algo con lo que su mente no pUDO transigir: el hecho de comer a Dios en un trozo de pan. Halló esta creencia cristiana excesivamente mitológica, similar a algo también inadmisible en religiones del pasado.

Ahora que en nuestra sociedad se están incrustando elementos culturales que aportan creencias distintas, podemos calibrar el efecto que tendrán en sus mentes las creencias católicas. Si a ese musulmán devoto le ponen delante el credo hindú de la rencarnación o la transustanciación católica, dirá que no son otra cosa que mitos, cuentos imposibles de creer. Para un budista eso de un Dios-persona es poco menos que una majadería, una sandez. ¿Y qué piensa un cristiano de Qutzalcoatl, de Zoroastro, de Krishna, de Horus? Dioses falsos, desde luego. Jamás se le ocurrirá decir que eran verdaderos “cristos” para sus devotos.

Pues como en la vida, cada loco con su tema. Lo que pasa que estas locuras crédulas arrastran demasiadas adherencias. Adherencias en las que lo que se cree importa menos que quien lo cree. La reacción puede variar desde “no te metas con mis credos que peligrará tu vida o merecerás la muerte” hasta la más benigna de “yo creo lo que quiero y me sirve para vivir”.

La credulidad inunda el planeta Tierra como si éste fuera el ombligo del universo, sin que este bichito pensante se dé cuenta de que hay miles de miles de miles de millones de astros alrededor cuya luz nos llega ahora después de miles de millones de años luz que pueden suplir a este dios que, dicen, ha creado todo. Crédulos de pacotilla: no quieren saber nada de lo que los demás creen y menos de los que dejan de creer y que, por su parte, se dejarían sacrificar por lo que creen o partirían el espinazo al que les negara su pan y su sal.

Y ésa precisamente ha sido nuestra loca historia, defender con uñas y dientes –arcos, espadas, espingardas, galeones, bombas…-- las que son irracionalidades para unos pero son vida para otros.

¿Y para cuándo la racionalidad? ¿Cuándo llegarán a sospechar que lo que es mito y cuento en los otros no lo será también en lo suyo?

Y pensando desde la perspectiva de la “verdadera” religión, la cristiana, la que aporta y predica a un Dios que vino a la Tierra a salvar a la humanidad del pecado y del error, ¿no pueden pararse a pensar en que es mayor el número de creyentes en mitos –cuentos, falsedades- que los que creen en la verdad? Y si es así, ¿no pueden pensar en el fracaso de Dios, que no ha podido erradicar el error que él mismo, con su venida al mundo, pretendió erradicar?

Las consideraciones sobre el número de errados y sobre el tiempo transcurrido en el error lleva a conclusiones difícilmente eludibles por parte del creyente en caso de que se le ocurriera pensar: al Dios cristiano no le importa, HOY, la salvación de TODA la humanidad; su venida al mundo ha resultado, al fin y a la postre, un FIASCO; el que muriera su Hijo –que ya es suponer que Dios Padre tenga un Hijo— no casa bien con la INDIFERENCIA de la Humanidad por su muerte.

Y así hasta llegar a la conclusión de que aquello que los cristianos creen es también mítico, o sea cuentos, o sea falso.
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