Hay voces y vocecitas; voces sonoras y vocecitas susurrantes; voces estridentes y susurros armoniosos; voces estentóreas y susurros bonancibles; voces ásperas y susurros suaves; voces destempladas y susurros temperados.
Hay voces metálicas de trompeta, y cristalinos susurros con sordina.
Hay voces avasalladoras y totalitarias para someter, y dóciles susurros subordinados para obedecer.
Hayvoces dominantes que gritan para imponer la razón, y anhelantes susurros que balbucean para implorar opinión.
Hay voces exigentes que reivindican “igualdad de oportunidades”, y esperanzados susurros que imploran “oportunidad de igualdades”.
Hay voces recelosas y suspicaces que siempre condenan y sinceros susurros cordiales que siempre valoran.
Hay voces intransigentes y justicieras que claman venganza y ecuánimes susurros imparciales que suplican libertad.
Hay voces vibrantes e incuestionablesque dictaminan , y delicados susurros que opinan indecisos.
Hay voces soberanas atronadoras para sojuzgar, y depauperados susurros implorantes para suplicar.
Hay voces potentes, estereofónicas y retumbantes, y frágiles susurros afónicos enmudecidos
Hayvoces incesantes que se oyen sin parar, y apocados susurros que luchan por hacerse oír.
Hay voces autoritarias privilegiadas en ondas hertzianas, y descalificados susurros, exiguos en decibelios.
Hay voces aventajadas predominantes que absorben tinta en revistas pregoneras, y afanosos susurros constreñidos en ajustadas columnas de hojas parroquiales.
Hay voces visuales constantes en programas televisivos, y difusos susurros incansables carentes de una sola línea de la pantalla.
Hay voces dogmáticas de infalibles doctores que sientan cátedra, y controvertidos susurros de combativos profetas que claman en el desierto.
Estaba yo “enmimismado”, fantaseando con mi narcisista soliloquio lingüístico, y una inoportuna voz insípida me espetó desgarradamente a mis espaldas:
-“¿No hablarás de la Iglesia, verdad?; porque tú...”