XVII. La justicia del fin de los tiempos (o más allá definitivo) II


Todos los seres humanos de todos los tiempos en todos los momentos del pasado, del presente y del futuro… (dice usted) son tributarios de la Justicia final.

¿En qué momento empieza esta serie? Porque esta injusticia, que sufren otros animales superiores, la debieron sufrir los individuos de Homo neanderthalensis, que son completamente humanos, Homo heidelbergensis, que supongo que también, Homo ergaster/erectus, que difícilmente considerá Vd. menos digno que el anterior de verse compensado, y, en fin, no sé en qué momento exacto detendría Vd. esta serie.

¿Se merece tal deshonor Homo habilis? No lo creo. Pero ¿acaso algún australopitecino que fuera su precursor directo? ¿Alguna de sus ramas colaterales? ¿Paranthropus? ¿Un precursor anterior, como Ardipithecus?

¿Y por qué? Seguiría siendo muy injusto. ¿Dónde paramos la serie de candidatos a ver compensado su sufrimiento en el más allá? Para mí que los propios chimpancés, no tan diferentes de Paranthropus ni Ardipithecus, llevan vidas desiguales y a menudo injustas que deberían verse compensadas en el más allá.

Puede que el problema quisiera centrarlo en la capacidad de sufrir angustia vital o sufrimiento “humanos”, pero esto nos llevaría a nuevas paradojas. Desde humanos descerebrados y nacidos muertos, hasta parientes que seguramente tuvieron en bastante grado este componente como para diferenciarlo nítidamente de otros casos. Por no hablar de que los filósofos de alto nivel estarían muy por delante en este supuesto derecho del nativo polinesio del siglo XVIII.

Resulta que todo es gradual, que hemos ido surgiendo a saltitos, que nuestras vidas difieren mucho en exigencias, factores azarosos, represión de autoridades… Esta esperanza suya se vuelve más difícil de resolver por esta vía que por la de proponer que nos reencarnamos hasta que entendamos algo crucial, lo cual, dicho sea de paso, no resuelve el problema del sufrimiento desigual, más allá de devolvernos a las mismas dos posibilidades que acabamos de ver que no tienen su solución, o la tendrían muy difícil.

Un más allá que lo arregle todo, por un lado parece conformista y, por otro, muy poco realista –es lo que pienso, contra algún comentarista que lo considera muy probable-, y claro que exige mucha creencia “en el vacío” (sin el menor apoyo en indicios).

Siempre cabría la posibilidad de un dios que en vez de homologar el sufrimiento en cada uno de los capítulos de tipos y grados de sufrimiento, borrara de nuestra memoria lo acaecido, igualando a cero en todos nosotros cualquier recuerdo.

Sería una solución (y mi comentarista amigo haría bien en señalar que “no sabemos” si esto será así, pues no podemos demostrar que no y en cualquier caso se trata de una creencia el pensar que no será así).

Aunque un hechizo como éste nos parecería injusto a muchos, que preferiríamos un supradiós que deshiciera un hechizo de este Dios, de tal forma que, de sobrevivir en un más allá improbable, podamos reconocer la vida realmente acaecida con el recuerdo de nuestro sufrimiento.

En este caso, la única solución es la segunda. Que cualquier sufrimiento de la tierra se deba olvidar por irrelevante en contraste con la enorme satisfacción a obtener en una vida futura.

Puestos a ser imaginativos, esta vida futura, que podrían tener todos los animales y seres vivos de que tengamos noticia (dada la gradualidad…) y quizá algunos otros seres –incluso imaginarios- que podrían existir (ya que es una creencia, al parecer, la de no creer en ellos).

Pero llegados a este punto, ¿hemos resuelto algo, aparte de esclarecer que este problema es artificioso y carece de cualquier “solución”, por creativa que sea, y de que no es irresponsable quien simplemente no crea en lo que le parezca no creíble o altamente improbable?

Hay belleza, y aun excelencia, en los planteamientos realistas, elegantes, acordes a la experiencia y a la razón, pero sin invenciones demasiado artificiosas y especulativas… propias del que no sufre en realidad el mal de otros, pero preferiría acallar su conciencia, su dolor de ser sensible, inventando una realidad paralela, por poco plausible que sea.
Volver arriba