El artículo de ayer tenía trampa.


Pretendía nada más echar el anzuelo. El pez tardó en picar... pero picó. Hubo otro pez menor que se adelantó, pero --"chiquitines no"--, me sentí en la necesidad de devolverlo al estanque de su credo.

Hay en este blog un comentarista que lo mismo puede ser una persona que una mosca cojonera aunque quizá sea las dos cosas a la vez. Se le supone crédulo convicto. Es más, hasta he llegado a pensar que es fraile motilón ejerciendo sus funciones en el vecino Marruecos. Desde hace años viene fustigando lo que aquí se escribe, pero más que nada tratando de descalificar al que lo escribe.

A decir verdad dudo mucho de que se entere en una primera lectura del contenido... y no debe haber segunda. Multiplica sus entradas no con propios argumentos o al menos con palabras suyas, sino sirviéndose de diversos autores, uno de ellos San Agustín.


Es de suponer que de ese modo se erige en defensor a carta cabal de su credo, de su catolicismo… Lo triste, para él y sus congéneres, es que no sabe cómo hacerlo, dado que a todo lo más que llega es a afrentar al que escribe, el célebre “matar al mensajero”, utilizando lo único que no le debe fallar, la memoria. Memoria respecto a hechos nimios de la vida del editor del blog: segunda forma de argumentar que tampoco es válida, el argumento “ad hominem”.

Pues ya que quiere San Agustín, sanagustín le hemos dado. En la rebusca de algo adecuado al caso, caí en la cuenta de las tonterías que se pueden decir y los tomos que se pueden escribir cuando se elucubra sobre cuestiones de las que no se tiene ni idea. ¿O Agustín de Hipona es el único que sabe cómo es el cielo?

El artículo de ayer era un fragmento de un sermón de San Agustín, su autor preferido, bien que haciendo una traducción un tanto más actualizada que la realizada por Fray Amador del Fueyo O.S.A.

Dicho fragmento corresponde al Sermón 243 de San Agustín, nº 4.De resurrectione Domini sec. Ionannem (20, 17) et de membrorum usu post resurrectionem. Pueden leerlo en la edición de la BAC. Obras de San Agustín, T. VII, pág. 384.

El fragmento comienza así:

Argumentantur ergo et dicunt nobis: Si aures habebimus ut audiamus, oculos ut videamus, linguam ut loqueamur, dentes quare habebimus si non manducábimus, fauces, pulmones, stomachum intestina qua cibi transeunt et pro nostrae valetudinis temperi commutantur…


Y he aquí el comentario de tan alta lumbrera ¡contra el mismísimo San Agustín!:

blogger:he logrado que me eches de menos,como echas de menos tus tres primeras décadas de vida,y te pasas la vida tratando de enterrarlas,sin lograrlo.Lo que pensé al verte perorar sobre este tema es esto:a este hombre le mueve un afán patológico de notoriedad.Es capaz,para hacerse notar,de hablarnos de agua moderna,sol moderno,agua moderna.Es capaz de disertar sobre una nueva y moderna recolocación del sistema solar.Es capaz ,como maestro Ciruela, de hablarnos,como en el caso de hoy, de la vida eterna sin darse cuenta de que tienen tanto interés sus fantasmadas como si nos hablara de sus almorranas.Es tan grotesco y de rechifla adoctrinar a la Religión,como adoctrinar al sol sobre luz y calor.No en vano la disyunción es Religión o necedad.En tu caso, se encuentra vivo ejemplo.Suerte vivir en España,donde cuentas con un perfecto diagnóstico de tu mal .Si no fuera trágica tu degradación al mutilar el factor que te diferencia de los animales,se quedaría en pretexto para la rechifla



Pues ahí lo tienen, perorando con insultos ¡contra San Agustín!. ¿Son así todos los creyentes? ¿Entenderá este buen sujeto el mensaje?

Corolario:
Para mientes en lo que se dice sin detenerte en quien lo dice.
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