Las cadenas de la liberación.


Todas las religiones tratan de salvar al hombre de las miserias de este mundo, de las ligaduras de sí mismo, de las cadenas que coartan su ímpetu vital... para que, libre de esos lazos que lo atenazan y ahogan, pueda volar al reino del espíritu donde se encuentra la suprema felicidad. Morir, incluso a uno mismo, para resucitar; desvincularse de todo para poder unirse al Supremo...

Impulso espiritual que, sin embargo, en todas se queda a medio camino, haciendo prisionera a la persona de todo aquello que se supone es “medio de liberación”.

Asi nos encontramos que siempre hay una persona, un líder, una comunidad, una teoría, un sistema, una normativa, una serie de disposiciones, unos ritos... que lo aferran más todavía con grilletes de creencias o credulidades que hablan precisamente de liberación.

O peor aún, convicciones fanáticas que lo impulsan a despreciar, a compadecer, a humillar o incluso a matar a quienes presuponen obstáculo hacia la salvación. ¡Cuántas sonrisas conmiserativas hemos visto entre aquellos que se vanaglorian de su profunda fe frente al pobre fiel que se acerca a la sacristía pidiendo una misa por el "ánima" de su madre!

La “libertad de los hijos de Dios” ha traído demasiadas prisiones a la tierra; el “conocimiento de Dios” ha dejado en la oscuridad cultural a muchas sociedades; el “desapego de todo lo humano” ha llevado a la ruina a otros hombres; el “amor a los hermanos” se ha acompañado de genocidios y masacres...

No puede haber justificación, perdón ni comprensión para empresas que jamás llegan a sus objetivos. No podemos admitir buenos deseos que siempre y en todas las religiones se quedan a medio recorrido.

Tampoco son admisibles los movimientos de unidad o unificación de las Iglesias, fruto nada más del impulso mimético globalizador que “sacude” al mundo y de la necesidad de pervivir, pervivencia que se ve en peligro por el proceso de secularización.

Lo viejo debe morir para que nazca lo nuevo. El hombre hace mucho tiempo que dijo adiós a los mitos. Mitos que para seguir vivos se copian y mutan unos en otros. ¡Todos tan viejos!
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