El choque de inculturas.

Coincidimos con los voceros religiosos en que nuestro pasado siglo XX ha sido el más funesto, nefando y horrible de toda la Historia humana de que podamos guardar memoria. Con una “leve” diferencia: tantas guerras y tanta destrucción no tienen su causa y origen, como los próceres de la fe afirman, en “el olvido de Dios”. Y adornan sus pregones contra ese olvido de Dios proclamando que éste ha sido el que ha conllevado la destrucción y los enfrentamientos.
No podemos decir lo mismo cuantos gozamos --dentro de lo que cabe y esperando tiempos mejores-- de sociedades democráticas y cultas.
A nadie engañan cuando los sufridores diarios de hipotecas y atascos, pero venturosos en un mundo hoy en paz, ven brillar las religiones en todo su terrorífico fulgor en pueblos fanatizados y crueles, llámese hoy Islam, llámense antes catolicismo y protestantismo.
El verdadero Siglo de las Luces es el nuestro, que ha puesto farolas en todas las esquinas del saber, del conocimiento y, sobre todo, del diario acontecer: nada de lo que suceda en un rincón apartado del mundo pasará desapercibido y cualquier enfrentamiento es pan de la información. Y al menos con la información y el recuerdo de nuestro pasado, aprendemos en cabeza ajena.
Hasta el albo soberano Francisco ve como una suerte de III Guerra Mundial en los sucesos a los que estamos asistiendo: Siria, Nigeria, Níger, Somalia, Estado(s) Islámico(s)... La religión pletórica del Islam enfermo introduce y extiende sus tentáculos de amor por las rendijas que encuentra a su paso. La cultura occidental es para ellos demoníaca, pero también lo es o lo serán el hinduismo, el sintoísmo o el budismo. Tiempo llevamos viendo enfrentamientos crueles entre musulmanes e hindúes en la India. Otros veremos (de hecho ya los ha habido) que, esperemos, espantarán y alejarán todavía más a los posibles crédulos de la creencia: ¡esa es la verdadera imagen de las religiones, la que antes no se veía y ahora resplandece, la imagen teñida del rojo “amable” de la sangre!
Un soñador felizmente periclitado dedicó esfuerzos y dineros --pólvora del rey, que no suya-- en pro de una "alianza de civilizaciones". ¿Qué pensaría cuando hace pocos días un dirigente francés habló de "choque de civilizaciones"? Religión y racionalidad cívica son como el agua y el aceite, no pueden mezclarse. Para lo bueno y para lo malo, aunque afirmen que el mensaje salvador de Jesucristo es paz, amor y por tanto todo bondad.
Terminemos con el mensaje que hoy, un hoy de varios siglos, nos inspira: el fanatismo se nutre de religión y éste de incultura y atraso.