El choque de inculturas.

Dicho está reiteradamente, lo reconocemos, pero no tanto como el texto del Evangelio de Lucas, cap. 1, que se repite todos los años sin que nadie ose decir que ya está muy oído. Por eso repetimos que el sustrato en que las religiones nacen y crecen es el de la incultura y el atraso. El lecho donde mueren, el de la civilización, la información y el desarrollo.

Coincidimos con los voceros religiosos en que nuestro pasado siglo XX ha sido el más funesto, nefando y horrible de toda la Historia humana de que podamos guardar memoria. Con una “leve” diferencia: tantas guerras y tanta destrucción no tienen su causa y origen, como los próceres de la fe afirman, en “el olvido de Dios”. Y adornan sus pregones contra ese olvido de Dios proclamando que éste ha sido el que ha conllevado la destrucción y los enfrentamientos.

No podemos decir lo mismo cuantos gozamos --dentro de lo que cabe y esperando tiempos mejores-- de sociedades democráticas y cultas.

A nadie engañan cuando los sufridores diarios de hipotecas y atascos, pero venturosos en un mundo hoy en paz, ven brillar las religiones en todo su terrorífico fulgor en pueblos fanatizados y crueles, llámese hoy Islam, llámense antes catolicismo y protestantismo.

El verdadero Siglo de las Luces es el nuestro, que ha puesto farolas en todas las esquinas del saber, del conocimiento y, sobre todo, del diario acontecer: nada de lo que suceda en un rincón apartado del mundo pasará desapercibido y cualquier enfrentamiento es pan de la información. Y al menos con la información y el recuerdo de nuestro pasado, aprendemos en cabeza ajena.

Hasta el albo soberano Francisco ve como una suerte de III Guerra Mundial en los sucesos a los que estamos asistiendo: Siria, Nigeria, Níger, Somalia, Estado(s) Islámico(s)... La religión pletórica del Islam enfermo introduce y extiende sus tentáculos de amor por las rendijas que encuentra a su paso. La cultura occidental es para ellos demoníaca, pero también lo es o lo serán el hinduismo, el sintoísmo o el budismo. Tiempo llevamos viendo enfrentamientos crueles entre musulmanes e hindúes en la India. Otros veremos (de hecho ya los ha habido) que, esperemos, espantarán y alejarán todavía más a los posibles crédulos de la creencia: ¡esa es la verdadera imagen de las religiones, la que antes no se veía y ahora resplandece, la imagen teñida del rojo “amable” de la sangre!

Un soñador felizmente periclitado dedicó esfuerzos y dineros --pólvora del rey, que no suya-- en pro de una "alianza de civilizaciones". ¿Qué pensaría cuando hace pocos días un dirigente francés habló de "choque de civilizaciones"? Religión y racionalidad cívica son como el agua y el aceite, no pueden mezclarse. Para lo bueno y para lo malo, aunque afirmen que el mensaje salvador de Jesucristo es paz, amor y por tanto todo bondad.

Terminemos con el mensaje que hoy, un hoy de varios siglos, nos inspira: el fanatismo se nutre de religión y éste de incultura y atraso.
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