Entre dos cosas a creer, la persona normal se queda con la más verosímil (2/3)
Divagábamos ayer y entrábamos en consideraciones sobre la credibilidad que se puede dar a creencias secularmente admitidas pero nunca pensadas, criticada o evaluadas, afirmando que entre dos versiones uno debe quedarse con la más verosímil. Lógicamente, habrá de admitir la que porte mayor carga de veracidad histórica. Es el caso de la pasión y muerte de Jesús.
Hay quien dice que lo uno (murió por sedicioso) y lo otro (murió por nuestra salvación) no son algo contradictorio. Y decimos que sí, que si se admite "lo otro" se debe desechar "lo uno". A la primera conclusión llega la "razón crítica", el conocimiento, la investigación... el hombre normal. A la segunda llega el fanático inducido por otro fanático mayor, en nuestro caso Pablo de Tarso.
Todo para sacar la conclusión de que no es menester, ni menos obligado, creer para ser buena persona, recto, humilde, bondadoso y colaborador en pro de la construcción de una sociedad más solidaria. No es obligado creer y menos en asuntos que se han demostrado falsos.
Y a fuer de repetirnos: ¿no es la versión que sigue, la del profesor Montserrat, más verosímil y creíble que la otra, por ejemplo la de Benedicto XVI en su libro Jesús de Nazareth? Más que nada porque independientemente de otras consideraciones, este Jesús "benedictino" no existió. Es pura invención de Pablo y seguidores creyentes.
Ahora bien, si la gente se contenta con entelequias...; si la gente da fe a las palabras de alguien que no es más que él, sólo porque aparece ante el mundo con el prestigio de ser máxima autoridad de un monstruo mediático, La Iglesia, que habita en el más suntuoso palacio que el hombre haya construido "para gloria de Dios"... y uso del hombre, poco podemos decir.
Resulta hasta jocoso leer a B-16 afirmando en el prólogo de su libro esto:
"En los años cincuenta comenzó a cambiar la situación, la grieta entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe se hizo cada vez más profunda; a ojos vistas se alejaban uno del otro" .
Y la respuesta de la gente normal, del sentido común, cada vez es más clara: el Jesús histórico, el que va descubriendo la ciencia histórica, es el más cerano a la verdad, el más verosímil, el más creíble; el otro, el Cristo de la fe es... de fe, una creencia. ¿Que éste consuela? Pues vale. Se puede seguir creyendo que el Sol gira alrededor de la Tierra sólo porque sale por el E y se oculta por el O. Pero la verdad es otra. O que un ataque epiléptico es producto de la posesión diabólica. Creyendo eso, la curación es segura.
Cita del libro Jesús, el galileo armadoEdaf.2007.13€ del profesor José Montserrat Torrents:

La hora de los nuevos Macabeos había sonado. El proyecto insurreccional se fue perfilando en torno a un levantamiento en Jerusalén con ocasión de la Pascua. La estrategia era la tradicional en las revueltas centradas en la Ciudad Santa. Los amotinados, poco más de un centenar, establecerían su base logística en el desierto de Judea, a poca distancia de Jerusalén.
Al atardecer, ocultando sus espadas de dos filos, se irían concentrando en el Monte de los Olivos. Cuando se abrieran las puertas de la ciudad, entrarían e irrumpirían en el patio del Templo cerrando los portones y haciéndose fuertes allí.
A partir de este momento, la iniciativa correspondería a la divinidad, que acudiría, como en tiempos de los Macabeos, a auxiliar a su pueblo asegurándole la victoria contra los romanos.
Más exaltados que perspicaces, los conjurados no contaron con la densa red de informadores del prefecto y del rey Herodes. Ignoraron por ende, la desconfianza de las autoridades judías de Jerusalén hacia toda clase de resistencia violenta. No acertaron a conjeturar que, entre unos y otros, los más ínfimos detalles de su plan estaban en conocimiento del prefecto, el cual puso en marcha el dispositivo habitual en estos casos: refuerzo del destacamento de la torre Antonia, vigilancia de las puertas de la ciudad y preparación la cohorte (1) que al amanecer debía atacar y desbaratar a los revoltosos.
La consigna era matar a cuantos se pudiera y capturar a algunos para someterlos a juicio y ejecutarlos en la cruz por delito de sedición.
Al amanecer de un día de abril, cuando la partida de los insurrectos se disponía a bajar del Monte de los Olivos, atravesar el torrente Cedrón e irrumpir en la ciudad, los entrenados soldados de la legión auxiliar romana cayeron sobre ellos. La batalla fue corta pero mortífera. Los legionarios acuchillaron a muchos y capturaron a tres, entre ellos a uno de los que parecerían encabezar a los galileos. No sabían que habían capturado a Jesús, el nazir. El resto de los conjurados arrojaron las armas y escaparon al desierto, desde donde regresaron a Galilea desconcertados por el abandono de su Dios.
Los prisioneros fueron llevados inmediatamente al pretorio. En un juicio sumarísimo, sin necesidad de testigos pues habían sido hallados con las armas en la mano, Jesús y los dos insurrectos fueron condenados a “mors aggravata” en suplicio de curz por delito de “laesa maiestas populi romani”. La sentencia se ejecutó inmediatamente.
El actuario del prefecto, al redactar la sentencia, que tenía que exponerse por escrito y luego ser remitida a Roma, recabó información acerca del hombre de Jesús. Los informadores sabían que se llamaba Jesús el nazir. El buen hombre, que no tenía ni idea de lo que podía ser un “nazir”, interpretó que se trataba de una referencia a su lugar de origen e improvisó una elegante latinización del apelativo: Jesús el Nazareno. Una vez muertos, los cadáveres de los supliciados fueron arrojados a una fosa común en cal viva.
La decisión de creer una u otra versión ya depende de otros factores. Allá cada cual.
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(1)Cohorte: entre 480 y 600 soldados. Pero si una legión tenía 10 cohortes, cada cohorte 10 manípulos, cada manípulo 2 centurias y 1 centuria constaba de 80 soldados, la cuenta resultante es que cada cohorte tenía 1.600 soldados. Sea como fuere, no se envía toda una cohorte a detener a una docena de misioneros al Monte de los Olivos. Tuvo que haber algo más.