Al creyente se le exige el máximo y debe darlo.

Un ataque en la línea de flotación del creyente es precisamente su propia contradicción vital: al creyente se le debe exigir en todo momento, y sin concesiones, una vida plenamente entregada a Dios, ser de una moralidad sin tacha en los negocios, de una amabilidad extremada en el trato con los demás, dar muestras de una presencia de Dios que se manifieste en cualquier conversación... precisamente por esa condición de ser “hijo de Dios”, como poseedor de una nueva naturaleza, débil sí, pero impregnada de la “gracia” que lo puede todo.
No valen los propósitos genéricos del “Señor, me entrego a ti”, ni “ofrezco todos mis actos a ti” ni “perdona mis culpas, Señor”: al creyente se le supone una continuidad que es manifestación de la vida nueva que hay en él.
No cabrían los deslices ni los pecados, porque, aún apareciendo máculas en su vida, tiene en cualquier momento y a mano el remedio del sacramento de la penitencia o las cien mil formas de reintegrarse a la vida de la gracia.
Si no es así, las “medias tintas” le deberían conducir a la plenitud de lo humano. Debiera dar de lado a un mundo que es pero no es, que se vive pero no en todo momento, al que se pertenece pero se puede salir cuando las circunstancias lo demandan o no son propicias...
Aplicando “su” lógica, la lógica de la perfección de quien vive la gracia de Dios, la Iglesia debiera expulsar de su seno a miles, millones, de “fieles” que masacraron de la forma más salvaje a sus hermanos “creyentes”: todos muy católicos.
El drama de Ruanda remite a Auschwitz con más fuerza y con mayor poder de rechazo de doctrinas.de.mariposa.sobrevolando.la.vida pero escondiéndose en las tormentas.
Y si no quieren retrotraerse tanto en el tiempo, que ya Ruanda parece olvidada, miren El Congo para poner remedios infalibles de credulidad a conflictos enquistados. Antaño fueron hutus y tutsis, ayer hemas y lendus. Miremos a Sudán, norte musulmán, sur cristiano. Millones de muertos...
Si lo consiguen, quizá el mundo les crea. ¡Ay de las hermosas palabras que resuena en plazas barrocas!. Más verdad es que las oraciones casan mal con el oro, el cobalto, el petróleo, el coltan, el uranio, los diamantes...