El culto a los ídolos en el catolicismo.


En dos lugares de la Biblia aparece la entrega de los Diez Mandamientos a los hombres de mano de Moisés, Éxodo, 20 1-21 y Deuteronomio, 5, 1-22. Hoy sabemos que dichos mandamientos están entresacados del Libro de los Muertos del ritual egipcio de inhumación, bien que formulados en prescripciones negativas. Y ambos, Decálogo y Libro de los Muertos, de algo que es común a todos los hombres: el imperativo categórico (moralidad que se funda en la razón), por utilizar palabras de Kant, y la conciencia de ser parte de una sociedad.

Por su carácter unificador y como carta magna aglutinadora de un pueblo, es de suponer que dichos preceptos son la quintaesencia de la revelación de Dios a Israel. Son, por así decirlo, revelación pura de Yahvé.

Los católicos, lógicamente, pensarán que aquellos preceptos fueron revelados por Dios en el monte Sinaí. Como tal así obliga la Iglesia a que sus fieles los graben en su sesera. Engañados están. La Iglesia los cambió para adaptarlos a su mentalidad, a su conveniencia y a sus necesidades: suprimió alguno de ellos, cambió otros y desglosó alguno más. Más propiamente, tergiversó parte de la Revelación.

Por lo que hoy nos trae aquí, importa fijarnos en el 2º Mandamiento de la Ley de Dios.

EXODO: No te harás esculturas ni imagen alguna de cuanto hay en lo alto de los cielos, ni abajo sobre la Tierra ni de cuanto hay en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás ante ellas, y no las servirás, porque yo soy Yahvé, tu Dios, un Dios celoso, etc.”

IGLESIA: No tomarás el nombre de Dios en vano.

El AT es categórico y no debiera admitir interpretaciones. En más de treinta ocasiones aparece Dios prohibiendo el culto a imágenes. Léase, por ejemplo, el salmo 115 o el pasaje de Jeremías 10, 8. Pues a pesar de preceptos tan claros la Iglesia cercena el 2º del Decálogo y lo sustituye por el 3º. A decir verdad, tampoco el 1º tiene el mismo sentido en el A.T. que en la Iglesia: “No tendrás más Dios que a mí” dista mucho de “Amar a Dios sobre todas las cosas”. Las consecuencias que se deriven de una u otra interpretación serán importantes en el futuro.

A partir de la supresión del 2º mandamiento de Moisés, surgió el negocio de las imágenes, esculturas, cuadros, vírgenes a millares, cristos a millones, santos patronos, escenas del Nuevo y Antiguo Testamento, incluso la Trinidad al completo… ¿Por qué será que en el Protestantismo, Judaísmo e Islam las imágenes están prohibidas?

Por si no fuera categórica tal prohibición, incluso en el NT hay pasajes en contra de representar a Dios en cuadros o estatuas y menos darlas culto. Lo sugieren Hechos, 17.24; 17, 29.30 y claramente I Juan 5.21: "Hijitos míos, guardaos de los ídolos".

La Iglesia primera, en su afán de suplantar ritos y prácticas paganas, también tuvo que lidiar con la iconografía pagana. ¿Por qué no?, debieron decir. En algunos lugares del NT Jesús dijo que no vino a derogar la antigua legislación, aunque en otros parece afirmar lo contrario. Como de la Biblia se puede extraer una verdad y su opuesta, hete aquí que el fundamento de la iconografía cristiana, dicen, está en los escritos neotestamentarios. Hala, a representar todo lo representable.

A pesar de ello, también hubo interpretaciones rigoristas dentro de la Iglesia de los primeros siglos contra el culto a las imágenes. Recuérdense las revoluciones iconoclastas en Bizancio de los siglos VIII y IX.

Pero a lo que vamos: al dictado de preceptos tan tajantes, resulta que la ira de Dios se cebó de manera cruel y despiadada contra aquellos israelitas que fundieron el oro de pendientes y ajorcas para fabricar ídolos y venerarlos… Fueron masacrados a miles o aniquilados por sus enemigos dado que no tenían la protección de su Dios.

Una somera reflexión sería menester sobre el carácter y personalidad de aquellas gentes tildadas de idólatras. De igual manera que la Iglesia justificó el culto a las imágenes (VII Concilio ecuménico de Nicea, año 787; Trento y Vaticano II), aquellas personas que veneraban los ídolos con toda seguridad verían en ellos una representación, un símbolo, una imagen del dios al que adoraban. Eso sí, adoraban a otro dios distinto al que protegía a su pueblo. En cuanto a capacidad racional no es imaginable que fueran distintos a nosotros o a los cofrades que lloran emocionados al paso de la Macarena: adoraban a Dios dirigiéndose a una imagen del mismo. No era idolatría “stricto sensu” sino “iconodulía”.

Podríamos pensar, hoy, en otra razón que les movía a entregarse a ídolos ajenos y que el mismo Yahvé proporcionaba: si Yahvé era el dios que les iba a conceder la tierra de promisión y si él les conducía a la victoria por tener el poder para ello y por habérselo prometido, ¿cómo no iban pensar que los dioses de Babilonia o los dioses egipcios no tenían más poder que Yahvé? Egipcios y babilonios eran las potencias dominantes y las que se repartían los territorios en liza. A ellos también les protegía su dios. Lo lógico era confiar en ellos y encomendarse a ellos.

Y vino la Iglesia. Y consintió el culto a las imágenes. ¿Cuál es la diferencia con los réprobos israelitas que daban culto a sus imágenes? Ninguna. Basta contemplar el espectáculo de adoración a la cruz, de velas a san Pancracio, de mantos y flores a la Virgen, de procesiones por las calles… ¿Hay alguna diferencia? Repetimos: ninguna.

Hoy la Iglesia católica acapara prácticamente todo el depósito artístico de imágenes y estatuas que hay en Occidente. Todas las iglesias están repletas de efigies religiosas compitiendo unas con otras en tesoros imagineros, con raptos de imágenes incluidos y milagros añadidos. En la cultura católica lo que más destaca es ese culto a las imágenes. ¿Hemos de hablar de la Virgen María? Éste sí que es el caso más flagrante de iconolatría. Las fiestas populares, en pueblos y ciudades, no tienen sentido sin exhibir en procesión la imagen correspondiente de la patrona.

Durante siglos el arte de la imaginería ha sido y sigue siendo un suculento negocio que ha hecho ricos y célebres a muchísimos artistas o fábricas de estatuas. Eso está bien, desde luego, pero este hecho no justifica la eliminación del 2º mandamiento de la Ley de Dios ni los distingos y confusiones respecto a si los católicos dan culto a tal santo o a su estatua.

La veneración de estatuas en la Iglesia católica muestra exactamente el mismo comportamiento que la idolatría censurada y reprimida con saña en el AT. Es de suponer que la autoridad de la Biblia –palabra de Dios— es superior a los dictámenes de unos cuantos obispos reunidos en Nicea que legislaron en contra de los dictados bíblicos: según este supuesto, la Iglesia del pasado y, sobre todo, la actual, practica la idolatría.

Distinguir entre veneración o adoración se torna ridículo: la adoración que se dirige a una imagen de un Cristo crucificado es exactamente la misma con que se venera a la Virgen de los Remedios. Las disquisiciones no valen ante las realidades. Pregunten al fiel cristiano arrodillado ante una Asunción o ante Santa Teresa de Lisieux si venera o adora. "No, yo rezo para que mi hijo tenga suerte en los exámenes".

Los católicos dan culto a cien mil imágenes, algo que según la Biblia es idolatría prohibida. Para que corroa la conciencia, traemos a colación estas palabras de Jeremías (10, 3-5):
“…leños cortados en el bosque, obra de las manos del artífice con la azuela, se decoran con plata y oro y los sujetan a martillazos con clavos para que no se muevan. Son como espantajos de melonar; no hablan; hay que llevarlos porque no andan. No les tengáis miedo, pues no pueden haceros mal, ni tampoco bien”.


Tras leer las divagaciones precedentes es de esperar que no caigan ahora en la tentación de volverse iconoclastas. El museo de la credulidad no se lo perdonaría. La imagen de la barragana del escultor aquel, debe seguir viva aunque represente a María Magdalena llorando con desconsuelo sus pecados pasados.

REFLEXIÓN:Decimos lo mismo que cualquier fervoroso guarda forestal arrodillado y suplicante ante su patrón, san Eustaquio: ¿Pasa algo? Pasar no pasa nada, pero produce hilaridad la hipocresía en que se mueve esta tropa. No pasa nada, es más, no se puede cercenar el negocio.
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