El enemigo armado.

No puede el hombre enfrentarse al enemigo cuando está más armado y fuerte, porque sería improbable la victoria y casi segura la derrota.

Eso sucedió con la creencia: ante ella perecieron “herejías”, pereció el pensamiento humanista, sucumbieron, por cansancio y falta de apoyo popular, la Ilustración y el Racionalismo, pereció el Modernismo...

Ahora, en cambio, el rival, aunque no débil, está debilitado; le falta convicción y se siente abandonado por tantos que antes, quizá forzados, poblaban sus mesnadas. Es el momento.

Casi es un sueño en la vigilia. Los que hasta ahora han explotado el filón de otros sueños –los más productivos han sido siempre los sueños crédulos--, verán que son arrastrados por la torrentera de la repulsa, del aislamiento y del rechazo de creencias prehistóricas.

Sin embargo, no deja de ser una tarea abrumadora. Podría parecer una tareas sobrehumana la de desterrar la incultura, siempre unida al oscurantismo; el buscar remedio racional frente al refugio de la magia; instaurar la celebración festiva del rito secular frente al rito sacro; dar preeminencia al saber frente al creer; sentir que hoy es estudio histórico lo que fuera imposición de credos y de ritos...

Salvemos, eso sí, lo que la magia del arte y la literatura, incluso la ciencia y el pensamiento, amarrados a la fuerza a la creencia, fueron capaces de alzar como monumento estético bajo la inspiración de realidades evanescentes.
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