El gran pecado de siglos pasados.

Insistiendo en lo que decíamos días pasados, TODAS las religiones son empedernidas pecadoras por ser, en casi todos los aspectos de la vida, pervertidoras de niños. Pecan contra la inteligencia y son reas de lesa racionalidad. Pervertidoras en tal grado que difícilmente se podrán aplicar a sí mismas aquello de “Ay quien escandalizare...”. Comenzando por quien es heredera de quien tal dijo.

Pervierten el lenguaje pretendiendo que la realidad se adapte a sus concepciones mentales y así lo transmiten a la infancia: el dios-padre amoroso; María-nuestra madre; Jesús-el hermano de todos que nos defiende de los malos; el demonio-personificación del mal; la iglesia-la casa de todos; la felicidad-estar en gracia de Dios; los modelos de vida-sagrada familia y vidas de santos... Y todas las etapas de la vida secuestradas por la credulidad, desde las comidas eucarísticas hasta los más variados sentimientos o instintos... ¡a dominar y doblegar como ideal de perfección ascética!

Nos fijamos en la sexualidad y más concretamente en lo que podría ser algo anecdótico en la vida de cualquier persona normal. El asunto de la masturbación ha traído de cabeza a todas ellas, aunque la integración en determinada cultura nos lleve a conocer mejor la casuística de la que tenemos más cerca, la moral católica. Pero no le va a la zaga la protestante, con sus terribles anatemas, emanados del puritanismo victoriano... Y desde luego sin llegar a los extremos de la religión islámica.

La moral protestante ha aterrorizado a generaciones de adolescentes con “consejos médicos” para prevenir la ceguera, las crisis nerviosas, incluso la locura que tal práctica autocomplaciente “provocaba”. Clérigos circunspectos hablando ex cátedra sobre el semen como fuente de energía irreemplazable, finita y parva. Y afirmaciones interesadas, como la del célebre médico Kellogg --luego marca comercial-- que prescribía el consumo de copos de maíz para modificar la conducta autoestimulante.


Hasta el “excelso” creador de los Boy-Scouts, Robert Baden-Powell, se lanzó al ruedo puritano escribiendo un tratado contra la práctica perversa de la masturbación, todo en pro del ideal de formar generaciones de fornidos cristianos.

Podríamos haber titulado este artículo como “la masturbación islámica” por el hecho de que todavía hoy es más pública, más reciente y más "criminal" su doctrina, tal como se puede leer lo que sobre ella se dice en numerosas “webs” islámicas. Parece como si también en esto quisieran copiar a sus antecesores cristianos o estuvieran reproduciendo textos de Samuel Tissot.

Es como asistir a una reproducción literal de informaciones falsas, inverosímiles y malintencionadas. Lo que hoy se difunde y leemos proviene de la doctrina del gran muftí de Arabia Saudí, hace lustros fallecido, Abdel Asíz ibn Baz que luego repiten numerosas páginas WEB musulmanas (Inter-Islam, Islamic Obice, etc).

Citemos los efectos perniciosos, “científicamente demostrados”, que dicen conlleva la masturbación:
• perturba el sistema digestivo
• daña la vista
• inflama los testículos,
• corroe la médula espinal (¡¡el lugar donde se origina el esperma!!)
• produce temblores y convulsiones (¡y tanto, como que es lo que se busca!)
• daña las glándulas cerebrales (¿?)
• lógicamente disminuye el cociente intelectual
• puede conducir a la demencia


¿Qué es lo que pretenden los voceros religiosos musulmanes con estas advertencias? ¿No les basta con la esclavizante represión sexual que ejercen sobre jóvenes y adolescentes para tener que añadir culpabilidades “biológicas”? ¿Y que sigan aislados de la compañía femenina, que aprendan a despreciar a madres y hermanas, que sigan embrutecidos con la reiteración memorística del Corán?

¡Y hablamos del ideal de la virginidad en la Iglesia católica! ¡Ahí tienen: todos los jóvenes islámicos vírgenes a la fuerza!.

Es cierto que la inocencia sexual está bien vista en los niños, es necesaria, pero es corrosiva, perturbadora, repulsiva en adolescentes y sobre todo en jóvenes maduros.

¿Y quién propicia todo eso? El “sistema”, la religión, la doctrina, esa supuesta “doctrina” anónima pero personal, que siempre procede de determinado sujeto o sujetos aberrantes y “aberrados•... Son esos ancianos lascivos y esas solteronas histéricas, autoproclamados guardianes de la fe y de la pureza, vigilantes compulsivos de los inocentes en escuelas y orfanatos.

Hoy, por parte de juzgados usamericanos, se valora económicamente el daño que determinados clérigos católicos ha causado en niños y adolescentes. Abuso de menores, dicen, por así llamar eufemísticamente lo que es violación y tortura. Y son muchos millones de dólares. ¿Cómo valorar económicamente el daño causado por una formación tergiversada --católica, musulmana, protestante-- ejercida sobre generaciones y generaciones de chicos y chicas, inoculándoles una moral perversa teñida siempre de culpa?

Y hoy, al menos, podemos saber y decir todo esto, pero ¡qué no sucedía en siglos pasados!

A lo que venimos: ¿esta educación es producto de unos inadaptados, pervertidos o invertidos? No. Es fruto de una ideología que buscaba el control clerical mediante el dominio del instinto sexual e incluso de los órganos sexuales. Por suerte para nosotros, occidentales, esta gente se sitúa en la infancia de nuestro tiempo.

¿Y qué decir, entonces, de la masturbación con la información médica y psicológica de que hoy día disponemos? Pues no gran cosa. Es algo que simplemente pertenece a la esfera más íntima de cada uno. Incluso podríamos añadir un "allá cada cual". Eso sí, en ningún caso puede nadie juzgar a otro ni uno debe sentirse culpable por prácticas inocuas y que a nadie perjudican. Hay quien afirma que es incluso una práctica saludable para descargar tensión, stress, angustia...

¿Justificarla? Así a secas tampoco, porque la masturbación es indicio de algo. Es una práctica que no se sale de la normalidad: la medicina moderna reconoce que la masturbación no produce daños significativos a corto o largo plazo, y la considera una práctica normal, incluso antiestresante. ¿La masturbación como síntoma? Podría considerarse. Y si lo es, habría que tratar no el hecho sino la causa. ¿Cómo liberación? ¿Cómo descarga? ¿Como simple goce sensual y sexual?

En ninguno de los casos se la puede revestir de culpa, de “pecado mortal”... Ése sí es un verdadero daño, el que se inflige sobre mentes previamente lavadas y desorientadas.
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