Lo que choca con lo humano, ha de ponerse en entredicho: moralidades ficticias.

La prédica moralista --sin religión no hay moral-- que lanzan a las aguas del mar embravecido de la modernidad como tabla de salvación, encierra contradicciones numerosas, históricas y racionales.

No olvidemos que la moral religiosa --aquella que también decía que la ley produce el pecado y el pecado genera la culpa— se traduce en numerosas reglas de vida, mandamientos generales, “actos a realizar” y pautas concretas de conducta. A través de estas ordenanzas es como accede el creyente al sentimiento moral.

No olvidemos, tampoco, que por encima de cualquier moral religiosa están los principios éticos que todo hombre, por serlo, adopta y acepta, aunque por otra parte también las religiones recogen de forma explícita las normas éticas como principio de conducta. Pero...

 ¿Cómo aceptar que, por seguir un credo, a una persona se le prohíba recibir la visita de sus padres o visitarlos? (1) ¿O no poder comer determinada carne? ¿O no recibir cuidados médicos? ¿O realizar actos antinaturales, asquerosos, denigrantes auto impuestos para acceder a la "perfección"? ¿Cómo aceptar normas religiosas que están en flagrante oposición con las normas éticas, normas que son las del “sentido común”? ¿Qué hacer en este caso?

 Piénsese en los Mandamientos de la Iglesia (2). ¿Qué decir de prácticas y creencias disciplinarias que nacieron “en el tiempo”, las más de las veces por conveniencias históricas, que, o no se encuentran siquiera en su primitiva “revelación” o la contradicen descaradamente hasta resultar impracticables por anacrónicas?

 ¿Por qué muchas de esas normas deben aceptarlas los creyentes sin discusión? ¿Por qué esa desconfianza en la inteligencia formulando normas que pretendidamente acercan el hombre a Dios? Ante todo eso los creyentes deberían gritar que cuanto más prescinda una religión del elemento humano, de la razón, menos fidedignos son sus credos.

 Las grandes religiones se guían por un libro, fuente de su creencia y, por lo tanto, de su moral. ¿Qué decir del modo que tienen de interpretar sus propios textos sagrados? ¿Por qué lo que les conviene lo interpretan en sentido literal y, lo que no, en sentido simbólico, alegórico... hasta llegar a decir lo contrario de lo que el sentido literal expresa? “Bienaventurados los pobres...” ¡pero sólo de espíritu!

 ¿Por qué esa tendencia de todas las religiones a mantener el dogma por encima de todo, en contra y a la contra de evidencias científicas o de prácticas racionales aceptadas por todos?

 ¿Por qué han tenido que utilizar métodos de adoctrinamiento coactivos para lograr imponer sus preceptos? ¡La verdad se impone por sí misma no por métodos que van desde la Inquisición, pasando por la presión social hasta los Concordatos y Convenios! ¿Por qué siempre las verdades a medias o las doctrinas tergiversadas?

 ¿Por qué han tenido que inculcar en los ánimos miedos irracionales, sobre todo en los niños, para hacer cumplir las normas? ¡Pecado mortal, al infierno para siempre!

 ¿Por qué esa necesidad de aliarse con el poder temporal y disponer de la fuerza del “brazo secular”? Podríamos hablar de alianzas con el poder armado de otros tiempos, tan actuales ahora en algunos países como antes lo fueron en Europa; hoy el camino va por las influencias, los favores, las afinidades, los grupos mediáticos de presión, la adscripción a congregaciones...


Toda doctrina que recurre a medios de presión, y no otra cosa son los apuntes anteriores, debe ponerse en cuarentena y ser erradicada por ponzoñosa.
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(1) Dicen de Sanfranciscojavier que antes de partir, para no regresar más, hacia la Indias Orientales pasó cerca de la casa donde vivía su madre y no entró a verla porque “eso agradaba más a Dios”. En mis excursiones semanales del Seminario por los alrededores, casi siempre pasaba cerca de la casa de mis padres. Mi intención hubiese sido ir a saludarles, algo que “ni se me ocurría”, por aquello de “el que quiera venir en pos de mi, deje a su padre y a su madre...”. Una de las frases preferidas por la “maestra de novicias” ante la defección era el que toma la reja del arado y echa la vista atrás no es digno de mi.

(2) Volvemos a recordar lo ya olvidado: 1.Oír misa domingos y fiestas.- 2.Confesar una vez al año.- 3.Comulgar una vez al año.- 4.Ayunar y abstenerse de comer carne.- 5.Ayudar a la Iglesia en sus necesidades.
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