Un jueves de sangre y el lamento de la ciudad desierta: aquel 11 de marzo y la familia de Rodolfo.
Rodolfo, que estaba viviendo una época ya no futura ni soñada, sino presente y viva: su próximo matrimonio, su piso recién comprado, su tesis doctoral que tengo entre mis manos, su título de ingeniero industrial, su amor por Ana, farmacéutica, su novia...
¡Cuánto dolor acumulado! ¡Cuánto dolor mansamente sufrido sin consuelo! ¡Cuánto destrozo en sólo una persona que aquel día dejó de serlo para convertirse en horizonte de esperanzas truncadas para muchas vidas a él unidas!
A todos estos, con nombre y apellidos, van dedicados estos versos, publicados en 2004 precisamente por la Fundación que lleva el nombre de Rodolfo.
RODOLFO…
No queremos que el martillo de la ausencia
repiquetee “uno más” siempre presente,
porque no es uno más,
que cada uno es uno,
uno que fue y que ahora
estaría riendo,
estaría soñando su presente,
estaría temblando los futuros
desconocidos pero en él ya vistos.
Sin haberte conocido,
te doy mi sentimiento
y en él te vuelvo vivo
dándole de tu vida, vida al viento.
Tú me das tu presencia
y yo en ella te devuelvo mi querencia.
RODOLFO BENITO
Pan de las alegrías que preñaron
en su mirar sus padres,
aldaba de sus días
en jueves de imperdibles amarrados,
en sábados partidos
minutos repartidos,
afanes compartidos,
en altozanos vistos y previstos
que daban sombra fresca con su aliento
al revivir del día.
RODOLFO BENITO SAMANIEGO,
endecasílabo vital, todo horizonte,
tres palabras no más,
con una nos da cuenta de sí mismo,
honrando de presentes a su tío;
la segunda para decir que allí sembró su padre,
en la tercera, en cuenco maternal, mil ilusiones.
Se hizo Rodolfo él, se hizo familia,
y se hizo para todos buen amigo,
silencioso bullir de un mar de ideas
--¡qué inmenso libro como herencia tengo!—
sin entender este reflujo técnico
que entre mis manos se destroza en lágrimas.
Tu libro son tus manos
que estrechando las mías se hace vida.
Rodolfo, al fin, que estás entre nosotros,
eternidad de sentimientos rotos,
yo no te conocí, pero te tengo.
cada vez que a Madrid miro a los ojos
hormigueo de gentes,
calles llenas,
apretones de autobuses o de metro…
vives en esas gentes
que a diario te recrean
que reviven tus afanes o suspiros
aunque faltes.
¿Qué fuiste para mí en tantos años
que no te conocí
y ahí estabas?
Ahora te conozco
y sigues siendo tú.
Gracias a ti, puedo honrar a la vida, puedo amarte.
Rodolfo Benito Samaniego,
tres palabras, tres mundos, tres deseos.
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(1) Desde entonces no he parado de buscar los "porqué" y todavía no los he encontrado. Más aún, han crecido las sospechas. No, no me conformo con el espectáculo de un falso juicio en el que muchos pusimos tantas esperanzas... Me convence más la duda y espero que algún día paguen de manera suficiente todos aquellos que propiciaron tan enorme cataclismo social, los ejecutores, los inductores, los que se aprovecharon, todos.