Al lado quedó José para "vestir un santo".
Dicha "la verdad" se mantiene porque nadie tuvo el atrevimiento posterior, o la posibilidad, de ponerla en entredicho y negarla. Cristo nació de madre virgen, cuando otras figuras míticas, anteriores y por tanto más originales, también "nacieron" de modo tan absurdamente creído; un tal José, casado con ella, nada tuvo que ver y vivió a su lado una vida virginal, dicen.
Todo gratuito, absurdamente irracional, cuando no motivo de chiste.
De esta y similar ralea son todas las verdades que los crédulos degluten. Hubiese sido más accesible a las tragaderas humanas defender que Cristo apareció de forma repentina, ya crecido y sin procedencia conocida –salido del desierto profundo, por ejemplo--.
Más admisible hubiera sido afirmar, asimismo, que naciendo como un niño cualquiera, era dios: ¿qué añade su concepción virginal y por obra del Espíritu Santo sin que José tuviera parte en ello? Reconózcanlo: no ser menos que los demás "héroes" mitológicos que nacieron de modo parecido.
Esta grosería, encubierta con palabras altisonantes, "queda mejor": María es invitada a concebir a aquel en quien habitará corporalmente la plenitud de la divinidad.
Ni siquiera se sabe si esto, que aparece en el Catecismo, es teológicamente correcto, pero ¡suena tan bien!
Si de las grandes palabras descendemos a la praxis diaria, sucede que cuando "toca" explicar este "misterio", pasan como de puntillas sobre él en los sermones, nadie pregunta nada, nadie discute nada –alguien lo dijo--, nadie se atreve a filtrarlo con el juicio propio... El misterio sigue embotando las mentes crédulas.
Y ahí quedó José para “vestir un santo” del que no se sabe nada y del que se escriben tan enjundiosos tratados, como ese de "Teología de San José" por B.Llanera. BAC 108.