El maravilloso voto de pobreza de los religiosos.


Simplista es la crítica, pero igual de simple es ver lo que se ve.

Los que han profesado voto de pobreza no saben lo que es la pobreza. O si lo saben, es cuando llegan a la vejez: entonces sí que se encuentran con la verdadera pobreza, la de la soledad.

Disponen de todo mientras “pueden dar”; cuando “han de recibir” pasan de la opulencia a la miseria sin haber conocido la pobreza.

En el ínterim, siendo “pobres” se instalan en un entorno de riqueza y poseen aquello por lo que cualquier burgués medio suspiraría:

--visten bien, hoy como cualquier ciudadano de clase media;
--comen bien, generalmente con "servicio doméstico";
--si necesitan dinero "de bolsillo", no tienen más que pedirlo;
--se alojan en mansiones cuando no en impresionantes palacios;
--disponen de inmejorables bibliotecas;
--tienen acceso gratuito, a veces por cesión de sus recintos para ello, a exposiciones, música viva, conferencias... ;
--están rodeados de obras artísticas de enorme valor en su mismo entorno hogareño;
--cultivan amistades poderosas;
--pueden viajar con la seguridad de tener “casa” en cualquier parte del mundo;
--no les falta atención sanitaria y están cuidados siempre que lo necesitan...


Se lo debieran hacer mirar, porque ¿es esto ser pobre? ¡Quién fuera así de pobre!
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