Sin modelo de religión
Todos se oponen “in mente” a la religión tradicional que pide signos y señales (judíos, romanos, ¡católicos!) y lógicamente a la racional (Platón, Aristóteteles, Escolástica, incluso Revolución fancesa).
Los reformadores siempre han clamado contra estos dos tipos de religión, contra estas dos concepciones de vivr lo sacro y acceder a la perfección.
Pero en la superación de tal dicotomía, hay un peligro latente. Caer en la religión del sentimiento o en la relgión que busca la magia. No sólo para los razonadores, también para los reformadores es difícil la lucha contra las religiones mágicas.
Y he aquí el contrasentido: si cae la magia cae la religión. La magia es consustancial al sentimiento religioso. De hecho el sustento del milagro también ejerce su influjo determinante en los reformadores.
Lo curioso del caso es que hoy no hay reformadores con espíritu nuevo: la religión humana.
Como el pretendido reformador no sabe cuál es el modelo de Iglesia que quiere, la Jerarquía está canonizando a quienes “regresan” al pasado o a quienes desarrollan labores humanitarias como podría hacerlo cualquier persona animada de buenos sentimientos.
Pero ya se percibe que las labores humanitarias tintadas de religiosidad no consiguen todo lo que pretenden y muchas veces su situación es verdaderamente patética; siniestramente perciben que las gentes no se dejan querer.
¿Por qué? Pues porque no quieren ese consuelo. Si lo aceptan es porque no tienen otro, pero prefieren los sistemas sociales en que la persona se siente algo, se siente él, siente que puede prosperar en ese ambiente, que ése es su terreno vital, donde ve posibilidades de regeneración; que puede realizar su plan vital, el suyo, por sí mismo.
No quiere ser “objeto” de amor como si su única valía consistiera en ser espejo que muestra lo dadivosa que es la otra persona.
Los reformadores siempre han clamado contra estos dos tipos de religión, contra estas dos concepciones de vivr lo sacro y acceder a la perfección.
Pero en la superación de tal dicotomía, hay un peligro latente. Caer en la religión del sentimiento o en la relgión que busca la magia. No sólo para los razonadores, también para los reformadores es difícil la lucha contra las religiones mágicas.
Y he aquí el contrasentido: si cae la magia cae la religión. La magia es consustancial al sentimiento religioso. De hecho el sustento del milagro también ejerce su influjo determinante en los reformadores.
Lo curioso del caso es que hoy no hay reformadores con espíritu nuevo: la religión humana.
Como el pretendido reformador no sabe cuál es el modelo de Iglesia que quiere, la Jerarquía está canonizando a quienes “regresan” al pasado o a quienes desarrollan labores humanitarias como podría hacerlo cualquier persona animada de buenos sentimientos.
Pero ya se percibe que las labores humanitarias tintadas de religiosidad no consiguen todo lo que pretenden y muchas veces su situación es verdaderamente patética; siniestramente perciben que las gentes no se dejan querer.
¿Por qué? Pues porque no quieren ese consuelo. Si lo aceptan es porque no tienen otro, pero prefieren los sistemas sociales en que la persona se siente algo, se siente él, siente que puede prosperar en ese ambiente, que ése es su terreno vital, donde ve posibilidades de regeneración; que puede realizar su plan vital, el suyo, por sí mismo.
No quiere ser “objeto” de amor como si su única valía consistiera en ser espejo que muestra lo dadivosa que es la otra persona.