Los perdones de la Iglesia (2/5)


A propósito de la demanda de perdónde "un tal Blázquez".

Noventa y seis.- Éstos, dicen, son los textos recopilados donde JP-2 imploró perdón, de manera manifiesta o velada, por el pasado menos glorioso de la nefanda historia de la Iglesia.

Y bueno es que sepan los lectores a qué nos estamos refiriendo, porque tales demandas de clemencia han pasado, la mayor parte, desapercibidas.

Quizá alguien pueda sentirse concernido y tenga la misma autoridad que el “confesando” para dar satisfacción a las ansias de perdón que corroían a “su santidad”, pero mucho nos tememos que no haya quien, en este brindis al sol, pueda unirse a absolución tan improductiva.

Que tales hechos “estaban mal” todos lo ven, pero de ahí a ¡pedir perdón! media el abismo de la presunta enajenación cultural.


Toca al lector profundizar con lecturas personales en el inmenso cúmulo histórico de perversión que se encierra en cada apartado, porque un enunciado general nunca puede tener la fuerza de un testimonio personal, por lo mismo que un asesinato es noticia y una masacre, estadística:

1º.- las cruzadas, peregrinaciones armadas, banderías fanáticas, destrucción indiscriminada; matanzas y muertes sin cuento a lo largo de varios siglos. Aunque protegidos por defensas poderosas no suyas sino de la sociedad democrática, son ahora los cristianos los que sufren la cruzada, “yihad”, por parte de los musulmanes fanáticos... Poco ha aprendido el mundo.

2º.- la alianza o justificación de las dictaduras, no sólo en referencia al nazismo –Concordato, por ejemplo—, al fascismo o, en España, al papel que jugó en la Guerra Civil, sino a otras más cercanas: la imagen de un Pinochet comulgando ha sido una afrenta criminal para todas sus víctimas. Añádanse Brasil, Filipinas, Guatemala, Haití, Paraguay...

3º.-la división entre Iglesias, o lo que es lo mismo, cómo la cerrazón, el orgullo, el ansia de poder y de prebendas de papas prepotentes y cardenales ambiciosos propició el desmembramiento de la cristiandad. ¿A qué “cuerpo místico” se pueden referir ahora los prebostes de la creencia católica?

Intentan en nuestros días recomponer el roto, pero no hay suficientes Consejos Ecuménicos ni Movimientos Integradores ni, parece, las oraciones continuas den muchos resultado; es, además, demasiado el lastre mundano que la barca de Pedro lleva adherido a sus cuadernas para lanzarse a singladuras oceánicas: la más leve marejada hundiría la barca.

¿Cómo, entre otras cosas, desmontar la parafernalia alzada en torno a todo un “santo padre” para votar a un líder común a las Iglesias Cristianas, subdivididas a su vez en innumerables Iglesias?

¿Y cómo reconducir el fanatismo de las nuevas sectas inspiradas directamente por el Espíritu Santo tanto en las filas protestantes como católicas? No hay que olvidar, tampoco, que el “movimiento ecuménico” no lo inició la Iglesia católica, sino la Luterana (Nathan Söderblom, prelado luterano y premio Nobel de la paz en 1930)

4º.- la persecución o denigración de los líderes protestantes: Lutero, Hus, Calvino, Zwinglio y otros que han sido rehabilitados hoy día a los ojos de los católicos “como si nada hubiera pasado”, todos tan ecuménicos.

Cualquier católico “de base” no podrá arrancar de su memoria el estereotipo que tiene de cada uno de ellos, por más reconocimientos que hiciera JP-2. La belicosidad contra el protestantismo ha estado centrada sobre todo en Lutero, al que ha tardado en reconocer su excelsa valía 450 años; el que esto escribe exactamente un 56% de su vida en llegar a lo mismo.

La Iglesia, en el Concilio Vaticano II, le dio la razón en casi todo pero tardará en darle la razón en todo algún siglo más. (1)

5º.-los judíos, los “pérfidos” judíos multiseculares que en Viernes Santo así eran citados. Gestos de JP-2 para la galería, cuando la Iglesia ha mantenido la tradición antijudía hasta que estalló el nazismo con sus venenosas consecuencias.

En buena lógica, nadie mejor que la Iglesia para congratularse por el castigo infligido a los judíos por haber matado a su Fundador. De poco sirven los lamentos cuando el drama se ha completado; los muertos no responden a peticiones de perdón.

6º.- el cisma de Oriente: Sorprendería tal remonte en el tiempo si no fuera porque la finalidad interesada del Pope blanco era atraer al seno vaticano el enorme peso histórico, cultural y humano de las iglesias orientales. Seguirán pidiendo perdón, seguirán reuniéndose, pero las masas crédulas son enormes bloques pétreos imposibles de mover... aunque muy fáciles de conmover.

7º.- la marginación de la mujer: la rectificación se reduce a proclamar la especial “ternura del papa hacia las mujeres”, a interpretar de otro modo los textos bíblicos, a lamentar el desprecio secular de la Iglesia hacia la mujer, a reconocer el papel de la mujer en la vida religiosa, pero, de facto, no mucho más.

Las estructuras de la Iglesia son masculinas y excluyentes, por el voto de castidad, y eso tardarán en cambiarlo si alguna vez se deciden a ello. Petición de disculpas para seguir igual.

8º.- la oposición a los avances de la ciencia, cuyo símbolo pudiera ser Galileo. Galileo, caso paradigmático del oscurantismo crédulo. La actitud de la Iglesia hacia los avances científicos, especialmente los que se refieren al hombre, casi siempre es negativa: los califica de inmorales y atentatorios contra la dignidad de hijos de Dios.

Significativa es la posición de la Iglesia hacia las teorías evolutivas “como de misericordia”. Todavía ¡en 1996! llegó a decir JP-2 que el juicio [sobre la evolución] queda en manos de la propia filosofía y, más aún, de la teología. Tal afirmación es ofensiva para la dignidad de los científicos a quienes iba dirigida la perorata.

(1)Por no lanzar palabras al viento, en "Puntos de Catecismo" los católicos, allá por los años 50, tenían como "puntos" de meditación estas perlas: Sus fundadores fueron todos ellos una colección de perversos. Lutero, violento, soberbio, perjuro, envidioso, calumniador, injuriador, grosero, impúdico. Calvino, impúdico, cruel, vengativo, homicida de Servet. Zwinglio, por confesión suya, impúdico. Enrique VIII un licencioso y lujurioso.
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