¿Es la religión un sentimiento?

Hay sentimientos religiosos que unas veces expresan aspectos superficiales y otras profundos de “lo sacro”; unas veces aspectos generales y comunes a todas las religiones y otras veces aspectos que responden a la realización particular de tales sentimientos en religiones y sectas organizadas...
Se suele hablar de amor, confianza, entrega, misericordia, compasión, piedad, sumisión, resignación... en la relación religiosa. Todos estos elementos, por más que procedan del “sentimiento”, son humanos, por lo tanto racionales y por lo tanto admisibles e inteligibles.
Esos mismos sentimientos están presentes en las relaciones humanas, por más que con la divinidad se magnifiquen en grado sumo, lo cual no deja de ser otro modo de racionalización. Así, Dios vendría a ser el hombre en grado absoluto. [De hecho, y adelantándonos a otras consideraciones, lo es].
A la vez la religión es una vivencia, un sentimiento inconcreto, de algo desconocido que flota “ahí”, que parece impregnar el ambiente, una inmensa cúpula de ojos que escudriñan de forma continua hasta lo más íntimo del ser ante lo que el hombre no puede sentirse sino desfondado.
Una emoción de lo ignoto que atrae y a la vez abrasa. Porque lo que en unos es “elevación” --asunción y superación de la vulgaridad del mundo--, en otros es verdadera “combustión”, donde la persona desaparece. Es la paradoja de que mientras unos desean y buscan esa desaparición, a otros les destruye.
Como efecto, la persona se siente criatura, sumisa, nada... ante quien le dio el ser. En tal dialéctica, la de “tratar de comprender” y “quedar anonadado por”, late al mismo tiempo la confianza en una salvación, que a su vez genera sentimientos asociados. Tal sentimiento sólo por analogía se puede explicar.
Todo muy comprensible pero también muy absurdo... si escapa del hombre; divino pero descaradamente humano si el crédulo es capaz de reflexionar en todo ello.