La salud también depende de la razón.

 La calidad de vida nunca ha dependido de modo significativo de los hábitos religiosos. Sí es cierto que, especialmente en las personas de edad avanzada, la vivencia de sentimientos religiosos y la práctica habitual de ritos influyen positivamente en ellas, quizá más por lo que de regularidad en los hábitos comporta que por el peso específico de las creencias.

Frente a tales muestras sin significación estadística alguna, cada vez va calando más en la conciencia de la sociedad que la calidad de vida depende fundamentalmente de cuestiones psicológicas, del ánimo vital especialmente, del influjo de los sentimientos, del control de las emociones, del trabajo por mejorar lo que antes se denominaban “pasiones”.

 La conexión entre sentimientos y enfermedades ya era de dominio público desde tiempos remotos, pero no ha sido hasta nuestros días cuando se ha investigado científicamente. Una nueva ciencia está naciendo, la psico-neuro-inmunología, basada en que las defensas contra una enfermedad se generan primero en el cerebro.

 Una descarga de emociones negativas envenena al cerebro, por lo que la persona debiera adquirir hábitos y entrenamiento para su control.

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