Un suelo de credulidad bien abonado.

Dejamos aparte las ¿grandes? religiones, que son estructuras multinacionales que no dependen tanto del sentir popular. Hablamos de esos otros movimientos credoides desgajados de la gran rama de la credulidad a flor de piel, con altavoces en los grandes medios de comunicación.
La sola existencia de “religiones” como la fundada por Helena Blavatski; textos como El libro de Urantia, ciencia ficción que se vive como realidad; la permisividad con Heaven’s Gate que admite, explica y defiende la existencia de visitas extraterrestres; el descontrol sobre Los Niños de Dios de David Berg... Son cientos y cientos de "pseudo-religiones" que proliferan como hongos en otoño lluvioso de credos.
Estas y otras realidades “espirituales” que, inevitablemente conducen a las puertas de los bancos, son indicio de que algo falla en tal sociedad. Quizá la educación, el sentido de la libertad, el enfoque “inmediatista” de la vida, el poco cultivo de la razón, la carencia de bagaje cultural...
El respeto a la libertad debe tener un límite, aunque sólo fuera el del “sentido común”.
Hay en todas las pseudo-religiones –por no llamarlas sectas— una permanente preocupación por “parecerse” a las religiones organizadas.
El subconsciente les descubre: al igual que la Ciencia Cristiana, Cienciología se propone tratar con certezas. Confunden al pueblo llano con expresiones “pletóricas” de sentido que sólo engañan a quien se deja engañar. Las metas finales parecerían trascender las pruebas empíricas, y las creencias de sus adherentes son trascendentales, metafísicas y espirituales, a pesar de que la religión enfatiza la experiencia personal como la ruta a la convicción o certeza personal.
No parecen caer en la cuenta de la contradicción en que caen: “lo cristiano” jamás podrá ser ciencia; si pretender ser como la “ciencia cristiana”, jamás podrán tratar con “certezas”; “creencias trascendentales...
Caen en el mismo presupuesto de todas las religiones, presupuesto que la razón no puede admitir, la trascendentalidad.
¿Dicen que banalizamos al hombre? Mentira, el hombre adquiere todo su yo en plenitud si lo despojamos de ropajes que pertenecen a la pura invención. Todo un permanente galimatías pretendidamente científico. ¿Para qué utilizar los métodos de... si ya hay ciencia sobre...?
La respuesta debiera ser un NO categóricos a los nuevos charlatantes. Pero no es así: el pueblo llano ignaro de ideas, se deja llevar por las más "subidas de tono", las que hacen referencia a "su salvación".
A todo ello tenemos que decir ¡NO! No hay repuesto a las religiones oficiales; de hecho la parafernalia ritual de las religiones con abolengo y prosapia tiene un valor estético infinitamente superior a la palabrería de tanto espiritualista pseudo-científico.
Tómese con la suficiente ironía el hecho de que ninguna de estas iglesias ha generado un Juan Sebastián Bach, ni un San Juan de la Cruz ni un Zurbarán, sin que sirvan estos ejemplos de marchamo justificador para las "grandes".