Los verdaderos cambios no son parches
Todo eso es sólo necesario como medida de choque y no ha de quedarse ahí. No basta.
Un país cambia cuando desaparece su propio cáncer, el régimen político corrupto, corrompido, corruptor hasta de sus mismas estructuras sociales; cuando la cultura y la educación se hacen "masivas"; cuando se crean cuadros directivos; cuando el individuo tiene posibilidad de desarrollar sus aptitudes generadoras de riqueza; cuando la posesión de medios hace posible la realización de tareas; cuando el bienestar social propende más a conservar los bienes propios que a destruir los ajenos...
LA RACIONALIDAD DE LAS ESTRUCTURAS.-
El mundo civilizado, y no tan civilizado, gasta sumas ingentes en mantener estructuras que no sirven para nada ni solucionan los problemas que dieron origen a tales instituciones.
Se da la ridícula paradoja de que organismos que nacieron únicamente para ser solución de un problema, remediado el mismo muchas veces por otros cauces, siguen existiendo para justificar cargos creados ex profeso.
O bien instituciones que generaron conflictos añadidos a los mismos conflictos. El paradigma de todos ellos podría ser la ONU.
Desde el rincón más ínfimo de la tierra hasta los grandes organismos internacionales, pasando por todos los ministerios de todas las naciones, el despilfarro es descomunal a la vez que irritante.
Se dilapida dinero producto del trabajo de personas que, en algunos casos, no tienen para lo más necesario.
¿Qué proporción hay entre el gasto que ocasionan y el beneficio obtenido?
¿Cuáles son sus logros efectivos?
¿Qué han conseguido que haya hecho cambiar el mundo?
¿A qué regímenes despóticos han cambiado?
¿Qué tiranos han echado por tierra?
Hincharán sus estadísticas para que no se les caiga la cara de vergüenza. Dado que el balance es negativo, porque lo es, ¿no habrá un líder, un guía, una mente conspicua, con coraje y con capacidad de decisión que dirija la “revolución del desguace”, del derribo de tantas estructuras caducas?