Francisco y los cardenales

Dentro de unos días se va a reunir el Papa con los cardenales que escogió para que le ayudaran en el gobierno de la Iglesia y le marcaran las pautas de su pontificado. Al final está programado que viajen a Asís el 4 de octubre que es la fiesta de San Francisco. Todas estas circunstancias me han recordado una anécdota de la vida del santo que quiero compartir con mis lectores.

En una visita que hizo Francisco al cardenal Hugolino, protector de la orden de los hermanos menores, éste le informó que por Roma corrían rumores de su locura. Decían que estaba loco porque hablaba con los pájaros y sometía a sus frailes a unas penitencias insoportables. Parte de esas críticas eran por envidia ante el crecimiento de su orden pero otras podían ser fruto de la ignorancia y para frenarlas le propuso el cardenal que fuera a Roma para predicar al papa y al colegio cardenalicio.


Francisco conocedor de su ignorancia en saberes profanos puso toda clase de pegas pero se avino cuando Hugolino se comprometió a redactarlas palabras en latín que debía pronunciar y que serían en su línea de pensamiento. Entró Francisco en el magnífico palacio de Letrán, sede del papado, con el discurso aprendido y fue introducido en la sala donde se encontraba Honorio III, rodeado de sus cardenales.

Pequeño, frágil y vestido con un hábito ajado era el contrapunto a aquellos príncipes de la Iglesia poderosos y magníficamente ataviados. Nada más empezar el discurso memorizado se le puso la mente en blanco con lo que el cardenal Hugolino, que pretendía recuperar el prestigio de Francisco con sus palabras, pensó que su estrategia había cosechado lo contrario a lo esperado.

Francisco no se inmutó, reconoció que el discurso no era suyo y que le había fallado la memoria con lo que pidió una Biblia para que el Espíritu le guiara en sus nuevas palabras. Abrió el libro al azar en el salmo 44 del que escogió la frase “la vergüenza cubre mi semblante” y no para referirse a su fracaso anterior, sino a los dirigentes de la Iglesia que, como su cabeza visible, tenían la máxima responsabilidad por su mal ejemplo en la grave situación por la que atravesaba la institución en aquellos momentos.Aquellos señores todopoderosos al principio se verían reticentes e incómodos en sus asientos pero como eran en el fondo buenas personas, hicieron examen de conciencia, aparejado de un propósito de conversión.

Pienso que se pueden comparar los graves desarreglos que ha tenido nuestra Iglesia actual con aquellas palabras de Francisco y que los cardenales que se reunirán con el papa estos días, vienen llenos de propósitos para que no vuelvan a suceder los hechos que nos han avergonzado a todos los cristianos. Puede que la visita a Asís sea para recordar aquellas palabras que pronunció en Letrán su más famoso paisano y que nos sirven a todo el pueblo de Dios para revisar nuestra vida pues todos tenemos la tentación de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el nuestro.
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