Las cosas caen del lado que se inclinan

La verdad es que no entiendo la defensa numantina que hace la Iglesia Católica ante la ordenación femenina. Comprendo que la tradición tiene pocas excepciones pero tampoco hubo ordenación de esclavos, ni Jesús ordenó a nadie sacerdote que es otra de las razones que se esgrime. Los argumentos teológicos son pobres, tan pobres que los protestantes entre los que hay eminentes biblistas y teólogos, los han desestimado. Y entre los católicos el cardenal Martini en agosto del 2012 se mostró partidario de las féminas lo mismo que hizo el cardenal portugués Policarpo, recientemente. A éste le llamaron a filas y tuvo que decir “donde dije Diego, digo dije” pero se veía que sin mucha convicción.

Me ha parecido estupenda la nueva obispa anglicana, casada y con dos hijos, con lo que aportará a la pastoral ideas distintas, aunque no necesariamente mejores. El otro día estuve leyendo una tesis doctoral sobre los sermones de varones y mujeres y me resultó curioso aprender que ellos, se muestran más asertivos en sus razonamientos, mientras que ellas, emplean “me parece”, “puede ser”, “es posible” adornado de ejemplos personales, con los que los fieles se pueden identificar. La autora defiende que los hombres se muestran más remisos a abrir sus corazones en público.

Pero algo está cambiando. Acabo de leer una entrevista a Anselmo Borges, sacerdote portugués y profesor de la Universidad de Coimbra, en la que se manifiesta partidario. “No sé, cuándo será la ordenación femenina pero me parece inevitable” y lo es “porque la Iglesia Católica es en occidente, la última gran institución que continúa siendo machista y discriminando a las mujeres… y tendrá que acabar esa discriminación si queremos seguir la voluntad de Cristo, que no discriminó a nadie”.

Si algún sacerdote decía esto mismo hace pocos años no le pasaba mucho, a lo mejor no mejoraba de parroquia. Un colectivo de sacerdotes catalanes, Joan Alsina, hizo pública una carta en la que defendía la ordenación femenina y no me parece que cayeron los rayos de Roma sobre sus cabezas. Eran 40 y no hay vocaciones. Pero no pasó lo mismo con algunas amigas monjas que se atrevieron a hacer afirmaciones parecidas. Les supuso la pérdida de sus cátedras y la obligación de una retractación pública si querían permanecer en la orden en la que habían profesado. Otro tipo de discriminación.

Comprendo que en algunos países sería una revolución pero hay que ir, poco a poco, mentalizando al personal porque sería beneficioso para la iglesia y la evangelización, que es a la postre lo que cuenta. Y porque salvo la torre de Pisa (apuntalada con mil cuerdas) las cosas caen del lado que se inclinan, y es mejor una demolición controlada que otra fruto del mal tiempo.
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