Los demógrafos

He tenido la suerte de compartir unos eventos con un catedrático de demografía, una ciencia para mí desconocida y debo confesar que poco apreciada. El entusiasmo de mi interlocutor por sus estudios y trabajos me ha contagiado con la conclusión de que me he sumado a la causa de potenciar esta ciencia.

Entre los problemas más acuciantes de nuestro mundo hay tres que entran de lleno en lo que estudia: la baja natalidad que no cubre la reposición del género humano, los grandes movimientos migratorios sur – norte y el envejecimiento de la población. Una simple mirada a la situación de nuestro país nos convence de que, en mayor o menor medida, nos afectan los tres. En cuanto llegue a la ancianidad la generación del baby boom, la curva de Gaus de la población española se colocará entre los años 70 y 80, con el peligro de la imposibilidad del pago de pensiones y medicinas pues no habrá trabajadores suficientes para soportar sus costos.

En estos momentos, gracias a las tan denostadas vallas de Ceuta y Melilla, los subsaharianos y los habitantes de los países que están siendo asolados por el Estado Islámico, prefieren el camino de atarvesar el Mediterráneo y llegar a las cosas italianas donde piden refugio, de forma que el número de los que alcanzan las playas españolas es mucho menor. Giovanni Sartori, un demógrafo italiano, ya advirtió hace unos años que esta emigración se llevaría a cabo y que el problema lo habían causado los europeos por mandar vacunas y medicinas a unos países en los que no podía aumentar el número de habitantes por falta de recursos. Una barbaridad que se le podría haber aplicado a Suiza, una nación pobre y montañosa que ha sabido buscarse la vida con gran éxito.

El problema no es sólo europeo pues algo semejante pasó hace años con Hongkong y ocurre actualmente con la valla que han instalado los EEUU en su frontera sur con México. Los seres humanos buscan desesperadamente mejorar la situación de sus vidas cuando ésta se hace insostenible y saltan todos los obstáculos que se les ponga en el camino.

El envejecimiento de la población también se puede cortar con las recetas de Sartori (y de hecho ya aparecen nubes de eutanasia por el horizonte) pero es mejor convertir a la ancianidad en una población activa. A menor ritmo que en la mitad de la vida, muchas personas mayores, pueden contribuir con su trabajo en muchos aspectos del espectro económico. Dicen que Japón se lleva la palma en lo que se refiere a falta de natalidad y exceso de longevidad y que en teoría, en un momento dado de la historia, desaparecería por falta de población. Indudablemente esto no sucederá pero cuando se discurre el camino del tren- bala de Tokio a Kioto no se ven más que casas y casas, lo que nos hace pensar que a lo mejor hay una superpoblación de japoneses.

Con recetas de ayuda a los matrimonios y madres solteras se pueden paliar los efectos de la baja natalidad y hay que pensar que la juventud que llega allende nuestras fronteras puede ser una solución y no un peligro. Siempre que se haga con sentido y ofreciendo cuotas para que no vaguen sin trabajo y sin familia, añadiendo problemas antes que solucionarlos.

En nuestras iglesias empiezan a faltar los sacerdotes y las vacantes se rellenan importando ministros ordenados de terceros países, lo que no me parece una buena solución porque visten a un santo para desnudar a otro que ya estaba falto de ropa. Creo que un buen demógrafo aconsejaría que buscaran por casa y se fijaran en las mujeres dispuestas a tomar el testigo, pero soy consciente de que estoy arrimando el ascua a mi sardina.

Mi conclusión es que tienen mucho trabajo ante sí los demógrafos. El que ofrezca soluciones satisfactorias se merece un premio Nobel ¿o no?
Volver arriba