"Tras catastrófico día, el monasterio volvió a renacer con la ayuda de todos" Las lluvias torrenciales en Montserrat hace 25 años

"Fue durante la madrugada del 10 de junio del año 2000, hoy hace 25 años, cuando Montserrat quedó inundado debido a una devastadora lluvia intensísima, que nunca había visto"
"El prefecto y el subprefecto de la Escolanía, con los escolanes, que aquellos días dormían en el edificio al lado del hotel Abad Cisneros, rápidamente evacuaron a los niños, evitando de esta manera una desgracia"
"Los huéspedes y las personas que estaban alojadas en las celdas y en el hotel Abad Cisneros y también los escolanes, fueron evacuados en los helicópteros de los bomberos de la Generalitat y a través del Aéreo … Los monjes nos pusimos a ayudar en lo que podíamos y también los trabajadores. También tuvimos la ayuda de los bomberos de la Generalitat y de muchas personas voluntarias"
"Gracias a Dios no tuvimos que lamentar ninguna desgracia personal… Hace 25 años, en Montserrat, vivimos una gran catástrofe, ya que el agua arrastró y destruyó todo lo que encontraba a su paso"
"Los huéspedes y las personas que estaban alojadas en las celdas y en el hotel Abad Cisneros y también los escolanes, fueron evacuados en los helicópteros de los bomberos de la Generalitat y a través del Aéreo … Los monjes nos pusimos a ayudar en lo que podíamos y también los trabajadores. También tuvimos la ayuda de los bomberos de la Generalitat y de muchas personas voluntarias"
"Gracias a Dios no tuvimos que lamentar ninguna desgracia personal… Hace 25 años, en Montserrat, vivimos una gran catástrofe, ya que el agua arrastró y destruyó todo lo que encontraba a su paso"
Fue durante la madrugada del 10 de junio del año 2000, hoy hace 25 años, cuando Montserrat quedó inundado debido a una devastadora lluvia intensísima, que nunca había visto. Y es cayeron unos 170 litres por metro cuadrado en pocas horas. Concretamente fue a partir de las tres de la madrugada cuando comenzó a diluviar torrencialmente y sobre todo a partir de les 6, la lluvia arreció con mayor intensidad aún, hasta que a las ocho de la mañana dejó de llover.
El prefecto y el subprefecto de la Escolanía, con los escolanes, que aquellos días dormían en el edificio al lado del hotel Abad Cisneros, rápidamente evacuaron a los niños (que habían llegado esa misma noche de un concierto), al monasterio, evitando de esta manera una desgracia, ya que las rocas, piedras y la tierra, entraban con fuerza, violentamente, a través de las ventanas de aquel edificio. Con pijama y medio descalzos, por las prisas por abandonar aquel edificio, los escolanes fueron a refugiarse a la portería del monasterio.
Cuando aquel sábado 10 de junio estábamos terminando la oración de Maitines, sobre las 6,40, el P. Josep Mª Cardona, prior del monasterio, vino al coro superior para informarnos de la situación catastrófica que estaba pasando. Recuerdo que pocos minutos antes de las seis de la mañana, cuando me dirigía a la oración, aunque llovía con intensidad, no vi nada anormal dentro del monasterio. Pero tres cuartos de hora después, veíamos horrorizados un panorama devastador: la escalera de mármol del monasterio era, literalmente, una catarata, un río desbocado de agua, que bajaba desde el claustro y hasta la portería y por le escalera de entrada al monasterio, salía finalmente a las plazas. El caudal que caía en la cocina (que quedó llena de barro y de piedras) se iba desbordando hacia la hospedería, el Centro de Coordinación Pastoral y la oficina de la Fundación Abadía de Montserrat 2025.

El claustro superior (que da al refectorio), todavía hoy conserva la marca de cuatro o cinco centímetros de la humedad del barro que quedó depositado allí, hasta que lo pudimos limpiar.
El agua que caía por la montaña entró en la cocina y bajó por la escalera que hay al lado del refectorio, hasta que también salió a las plazas. También el Centro de Coordinación Pastoral quedó inundado y fue el P. Ignasi quien consiguió abrir las puertas para que el agua, arrastrando mesas, sillas, ordenadores y documentos, salió a las plazas, inundando y destrozando todo lo que encontraba a su paso.
El torrente situado sobre el monasterio, el de San Salvador, castigó severamente el hotel viejo y los que iban a parar detrás de la cocina del monasterio y en la terraza del claustro interior, provocaron muchos daños.
La parte baja de las celdas del Abad Oliba, del Abad Marcet y de Nuestra Señora quedaron también muy afectados por estas lluvias torrenciales. Por su parte, el primer piso de la hospedería del monasterio, el refectorio de los huéspedes, el Centro de Coordinación Pastoral, el taller de acústica y las tiendas y el bar de la plaza donde actualmente se encuentra la estación superior del cremallera, quedaron igualmente muy dañados.
Casualmente, o providencialmente, el día antes de estas devastadoras lluvias, pasé la tarde subiendo desde la cocina del monasterio a la cocina de la enfermería, cajas de galletas, de leche, azúcar, mermelada, zumos de fruta y otros alimentos, para los monjes enfermos y ancianos que residían en la enfermería. Gracias a eso, la comunidad y también los trabajadores que acudieron rápidamente a Montserrat, pudieron desayunar, ya que la cocina del monasterio estaba del todo inservible, llena de barro y de rocas.
Aquel sábado, los monjes, los escolanes y los trabajadores que habían venido a ayudarnos, almorzamos en el restaurante de la plaza de los Apóstoles y allí mismo, en medio de una intensa emoción y de una gran tristeza, los escolanes, a la una del mediodía, como hacían siempre, cantaron la Salve y el Virolai a la Virgen de Montserrat.
Los huéspedes y las personas que estaban alojadas en las celdas y en el hotel Abad Cisneros y también los escolanes, fueron evacuadosen los helicópteros de los bomberos de la Generalitat y a través del Aéreo, ya que la carretera estaba cortada por montones y montones de piedras y de barro que impedían el paso de los coches.

Los monjes, desde el primer momento nos pusimos a ayudar en lo que podíamos y también los trabajadores del santuario que, en conocer la devastación que había producido aquella lluvia, vinieron enseguida a ayudarnos donar. También tuvimos la ayuda de los bomberos de la Generalitat y de muchas personas voluntarias.
Desde un balcón de la enfermería veíamos los coches, que aparcados en la plaza, enfrente de donde hoy está el cremallera, como si fuesen de papel, eran arrastrados por el agua, cayendo por el torrente de Santa María.
Aquella tarda-noche, en la solemnidad ya de Pentecostés, los monjes solos en la basílica, celebramos la eucaristía en un ambiente de serenidad y a la vez, de tristeza por todo lo que acabábamos de vivir en aquel día tan aciago. Gracias a Dios no hi tuvimos que lamentar ninguna desgracia personal. Afortunadamente aquella lluvia que cayó durante la noche y la madrugada, si lo hubiese hecho a media mañana, las consecuencias habrían sido desastrosas.
El día siguiente de las lluvias que provocaron tantos daños, el domingo 11 de junio, solemnidad de Pentecostés, después de la oración de maitines y laudes, el P. Ignasi Fossas y yo (ya que los dos éramos los enfermeros de la comunidad), acompañamos (ayudados de los enfermeros Jordi Blancafort y su esposa, Judit Gómez), a los monjes ancianos y enfermos a la Cueva de San Ignacio de Manresa, donde fuimos acogidos solícitamente por el superior, el P. Estanislau de Balanzó, y donde pasamos unos diez días, hasta que pudimos volver a Montserrat.
Hace 25 años, en Montserrat, vivimos una gran catástrofe, ya que el agua arrastró y destruyó todo lo que encontraba a su paso.
He de constatar que para escribir este artículo, aparte de mis recuerdos personales de aquel día, he utilizado la crónica, tan detallada, que para el Boletín del Santuario, hizo el P. Jaume Badia.
Gracias a Dios, después de aquel catastrófico día, Montserrat, con la ayuda de todos, volvió a renacer, con las mejoras de infraestructuras que hoy podemos ver.

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