Jesús de las Heras.

Pues, Don Jesús de las Heras, es un sacerdote que ya ha pasado la juventud y se encuentra en esa edad madura y activa de las proximidades, año arriba o abajo, de los cincuenta años. Ha celebrado sus bodas de plata sacerdotales. Y en ella pronunció una hermosa homilía. Profundamente sacerdotal. Nada puedo decir sobre como han sido sus primeros veinticinco años. Estoy lejos de mi archivo y no puedo consultarlo. Si en él hubiera alguna actuación más o menos criticable no debió ser "ostentórea" porque mi memoria no guarda constancia de ella.
Pertenece a una generación sacerdotal que había ya superado el desmadre postconciliar. Y que querían volver a ser sacerdotes de Jesucristo. Procede, además, de una diócesis que tuvo la suerte de tener buenos obispos hasta que le llegó la calamidad actual. Que se está encargando de hacerla irreconocible.
Don Jesús de las Heras llegó al sacerdocio con monseñor Pla, obispo bueno y discreto que consiguió un aceptabilísimo seminario cuando todo se derrumbaba. Seguía las huellas de sus antecesores. Las inmediatas de Don Laureano Castán y todas con sus raíces en ese obispo mártir que, con el de Barcelona y el auxiliar de Tarragona, son los grandes olvidados de una Iglesia miserable y desagradecida.
En ese aniversario Don Jesús de las Heras ha pronunciado una excelente homilía. Y ese hecho es el que hoy traigo aquí. Quien quiera leerla la encontrará en Ecclesia Digital y en el Foro JAI. No me ha irritado, porque la comprendo, su mención respetuosa al actual prelado segontino. La buena educación lo exigía. Pues, vale.
Pero, por lo que fuere, no estaba allí. La ceremonia la presidió otro hijo de la diócesis, hoy obispo. Con quien tuve en una ocasión un grave encontronazo. Pero que me parece un buen obispo. Que lo está haciendo muy bien en su diócesis cordobesa. Pienso que las hostilidades están totalmente superadas y que algún día el obispo y yo nos fumaremos juntos un pitillo, o los que hagan falta.
Pues felicidades a Don Jesús por su homilía y por sus veinticinco años sacerdotales. Y en él quiero felicitar, sobre todo, a todos esos curas de su generación que han devuelto la fe y la esperanza a tantos fieles que sufrieron un clero que en buena parte se encaminó y nos encaminaron al precipicio. Son los primeros hijos de Juan Pablo II. Y vaya si se ha notado. Luego todo mejoró muchísimo. Per ellos fueron los primeros. Los que corrigieron un rumbo que llevaba directamente al naufragio.
Ya he dicho que apenas sé nada de Don Jesús de las Heras. Tal vez le irrite notablemente este comentario. Que seguro va a leer porque a mí hoy se me lee mucho. Modestia aparte. Sea lo que sea, mi enhorabuena por su homilía y por sus veinticinco años de sacerdocio. Y mi reconocimiento a todos los sacerdotes de su generación que nos han devuelto la Iglesia. Esa Iglesia que algunos de sus mayores nos quisieron arrebatar,