Los curas que se van.

Hablo de otros. El catolicismo español está poco integrado en la vida parroquial. Algo que sin duda habrá que corregir en el futuro. Los seglares se limitan a asistir a misa y apenas saben nada de su párroco o de los vicarios si los hay. Si quieren una misa por sus muertos, una boda o un bautizo pasan por la oficina como si fueran al ayuntamiento a pagar un impuesto. Sólo los catequistas, y muy pocos más, tienen algún contacto con el sacerdote en muchas parroquias de España. Y el que sería habitual, en el confesonario, en muchos casos no existe porque los curas no confiesan.
Esos católicos, de misa dominical, más o menos, no tienen problemas con sus sacerdotes salvo que sean insoportables en sus homilías. Que los hay.
Como los seglares tienen en general poco formación religiosa pasan por todo salvo que ya sea abiertamente escandaloso. Así el sacerdote fiel a la Iglesia no tiene problemas y el no escandalosamente progresista tampoco. Habitualmente nunca pasa nada.
A veces incluso gusta a la gente alguna excentricidad. Que majo es ese cura que al dar la paz baja al primer banco a dar un beso a la señoras. Pero cuando se ha repetido el hecho cien veces ya deja de ser majo. Y si las besuqueadas son siempre las mismas porque siempre son las mismas las que se ponen en el primer banco pues lo que el primer día cayó tan bien hasta es criticado.
Hubo un cura que se empeñó en enseñar yoga a sus fieles. El primer mes se le apuntaron veinte o treinta señoras. Todas encantadas. Ya era hora de pasar del aburrimiento del rosario o de la adoración al Santísimo por algo entretenido. A los dos meses quedaban seis o siete. Y al año se casó con una de ellas.
Sé de otro al que le dio por ecumenismo. Y cada mes llevaba a alguien de otra confesión para que hablara a la parroquia y rezaran juntos. Al principio un muy descriptible entusiasmo. Después de algún tiempo en el que los asistentes, sobre todo asistentas, habían oído hablar a varios protestantes, un musulmán y hasta a un pope que no sé de donde se sacó pues por allí no los había, cerró el tinglado por falta de público.
También está el simpático, cosa muy buena en un cura y en cualquiera. Entre ellos los hay que utilizan su simpatía para vincular a las personas a la Iglesia y quienes sólo las vinculan a ellos. Y esos vínculos personales, salvo en personas con debilidades psicológicas, se mueren pronto. En algunos queda en una amistad, como la que se puede entablar con un compañero de trabajo, y la mayoría termina abandonando. Porque uno no es católico para ser amigo del cura mengano. Que además resulta que no es tan amigo. O que es mucho más amigo de otros.
Luego están esos curas, cada vez menos afortunadamente, que caen estupendamente a quienes rechazan la Iglesia. Curiosamente durante bastante tiempo fueron los niños mimados de muchos obispos. Lo llevan crudo. Porque cada vez quedan menos obispos de esos. El grupo se ha reducido muchísimo por secularizaciones, fallecimientos y jubilaciones. Y la inmensa mayoría de los enemigos de la Iglesia ya no tienen el menor interés en ser amigos de un cura. Aunque sea como esos. Les quedan cuatro gatos incondicionales que van desapareciendo como ellos.
Además se les ha terminado la impunidad. Ya se les señala. A ellos y lo que hacen. Yo no sé si el cardenal de Barcelona desautorizará, como debería, al cura que paga abortos. Pero ya todos saben del cura y del cardenal. Y lo que se puede esperar de ellos.
El cura que hace Iglesia, el que empeña la vida en su servicio, que es para lo que se ordenó, tendrá mayor o menor reconocimiento en este mundo pero está seguro que tendrá el de Dios. El que la deshace comienza ya a ser desenmascarado aquí y si cree en el más allá, que en algún caso es como para dudarlo, debería tener sus preocupaciones.
Y sobre todo experimentan ya su inmenso fracaso. No han conseguido nada. En el camino se han quedado ya buena parte de sus amigos. Ellos cada vez son más viejos y no les sigue nadie. Podrán empeñarse en el sostenella y no enmendalla. Pero su hora ha pasado. Se les han terminado chollos y consideraciones. Y lo que les queda también lo perderán. Y morirán en el olvido. En el que ya empiezan a encontrarse. Han sido una larga enfermedad pero hace tiempo que ha empezado a ceder.