¿Y a mí que me da igual?

Confieso que me trae sin cuidado. El que se entrevisten o no. Es más, preferiría que el Papa no perdiera ni un minuto de su tiempo con ese señor.
Lejos de mí marcar las audiencias pontificias. El Papa recibe a quien le da la gana y por mí bien está. Comprendo, además, que hay determinados compromisos, peticiones, agradecimientos a donativos, ruegos de obispos... que llevan al Papa a recibir al presidente de una empresa de Seguros, a un equipo de Baloncesto, a un cantante de medio pelo, o de mucho pelo, o a un coleccionista de mariposas.
Con el primado de la Iglesia anglicana podría decir lo mismo. ¡Qué más da! Como si recibe al record del mundo en comer hamburguesas o a un club de bebedores de cerveza de Munich.
Aunque creo que hay alguna diferencia. Me parece a mí y si estoy equivocado ya me lo diréis. Si el Papa recibe al Vitigudino Fútbol Club no gana ese equipo un socio más ni un partido más. Sólo la satisfacción de los presentes por haber estado con el Papa.
Con los anglicanos hay más. Satisfacción de ese señor de barbas creo que ninguna. Su Iglesia se hunde. Unos se pasan a Roma y otros la abandonan. En estos momentos apenas es un sustancioso medio de vida para algunos clérigos del Reino Unido de la Gran Bretaña. No hay nada detrás. Ni la Jefe de esa Iglesia, que ya es mucha coña que esa señora pueda serlo y que vaya a sucederle el viudo de Lady Di, hoy casado con una divorciada, se creen aquel invento de su antepasado Enrique VIII.
Williams busca el rato de flash que le va a dar la visita al Papa. Como si fuera alguien. Como si se encontraran dos iguales.
Yo, por mí, dejaría morir de una vez lo que ya está en situación terminal. No les echaría ningún salvavidas. Que, además, no pueden parar lo inexorable. Pero, evidentemente, yo no soy el Papa. Y lo que él haga con sus audiencias por mí está aceptado.
Pero sí que puedo pensar que el encuentro no me importa nada. Vaya solo o acompañado de su esposa. Y, por el camino que va esa gente, igual el próximo encuentro ecuménico anglicano con el Papa es el de una arzobispa de Canterbury acompañada de su marido. O de su compañera. O de un arzobispo con su pareja masculina.
Cuando se recibe a quien no se lo merece se corren esos riesgos. Quizá no llegue a ocurrir porque seguramente pronto ya no sea anglicano ni el rey de Inglaterra.