El número de los necios es infinito.

Con motivo del viaje del Papa algún retra ha difundido la noticia, y tan contento se quedó, de que el sillón en el que se iba a sentar el Papa, no sé si alguna vez o siempre, porque a alguno de estos se le ha podido ocurrir la idea de que a donde va el Papa viaja también su sillón, ajetreo absolutamente inútil porque el Papa, como cualquier mortal, se puede sentar en cualquier sitio, es un sillón ecológico.
Construido con maderas recicladas. Pues qué queréis que os diga. El sillón en el que se siente el Papa, o los sillones, porque lo más normal es que sean tantos como a cuantos sitios vaya, puede ser de plástico, de pino, de abedul, de caoba o de palosanto. No tiene la menor importancia. El clérigo, y si es obispo peor, que ha difundido esa estupidez, es un memo integral. Y si la conferencia episcopal brasileña se dedica a transportar ese sillón a cualquier sitio al que vaya el Papa, como si fuera el brazo de Santa Teresa o la imagen peregrina de la Virgen de Fátima es como para pensar que con esos obispos la Iglesia de Brasil está perdida. Serían tontos intonsos. Como para comprender el auge de las sectas.
Yo tengo un pésimo concepto de esos predicadores evangelistas que están haciendo su agosto en Brasil. Y no digamos ya de quienes les escuchan y les siguen. Pero si a la Iglesia brasileña se le ha ocurrido lo del sillón, y además vendérnoslo como un hecho evangélico y encomiable, es que están todavía por debajo de sus competidores.
Supongo que todo es una estupidez sin base alguna. Que algún periodista analfabeto ha magnificado. Pero habrá que decirlo. No vaya a pensar el mundo que los católicos somos un hatajo de idiotas.