Los que no quieren que se hable.

Lo estamos viendo en este Blog.Personas que se las dan de progresistas, que no se cortan un pelo en opinar de todo lo opinable y de lo no opinable, que critican un día sí y otro también al Papa y a los obispos que sintonizan con él, se indignan si hablamos de ellos.

Son la mejor representación de la ley del embudo. Para ellos la parte ancha, todo les tiene que ser permitido. A los demás, la estrecha. O ni siquiera esa. Pobre del que ose nombrarles o criticarles.

Automáticamente pasa a ser un inquisidor, un delator, un taliban. Ellos tienen bula para todo. Los demás para nada. Y se indignan si alguien no quiere jugar con esa baraja marcada y la rompe.

Los motivos de su conducra y de sus indignaciones son muchos. Se dicen demócratas y son verdaderos dictadores. Pobre del que no piense como ellos. Y esa dictadura personal que quieren ejercer sobre los demás, por mucho que pretendan disimularlo, nace de su amor por las dictaduras. Muchos fueron comunistas hasta que aquello se vino abajo y hasta da vergüenza proclamarse tales. Pero los buenos son los sucedáneos de aquellos. Sus ídolos son Castro, Chávez, Morales, Ortega...

Además están mal acostumbrados. Durante muchos años mangonearon la Iglesia. Nadie se atrevía a criticarles. Ahora, cuando se están quedando sin apoyos y se pone de manifiesto quienes son, lo que hacen, lo que quieren, exigen el silencio de quienes les retratan como son.

En el fondo tienen mala conciencia. Porque una persona de vida irreprochable, entregada al servicio de la Iglesia y del prójimo, no tiene el menor reparo en que hablen de ella. Si sólo podrán decir cosas buenas. Lo que pasa es que mucho de lo que se puede decir de ellos es malo. Y lo saben. De ahí que reclamen el silencio.

Tampoco son valientes. Si lo fueran arrostrarían las consecuencias de su maravillosa conducta. Pero no vaya a ser que el obispo se canse de ampararles o de encubrirles y les quite la cátedra del seminario, la parroquia cómoda o hasta el mismo ejercicio sacerdotal. Por eso, que nadie vaya a descubrir el pastel.

Y si alguno lo descubre o es un fascista o falta gravemente a la caridad. Con ellos, que son los del amor a los pobres, los únicos que han sabido entender el mensaje de Cristo. Porque lo único que vale es el amor. Lo demás son añadidos que una Iglesia infiel a Jesús ha adoptado del mundo.

Con lo que también son unos hipócritas. En lo del amor y en lo de los pobres. Porque amar sólo aman a los suyos. A los demás los despedazan. Y los pobres sólo están en su boca. No en sus vidas. El verdadero amor a los pobres es el de las hermanitas de la Cruz o el de las hijas de Teresa de Calcuta. No el de esos que suelen vivir de conferencia en hotel con coches y trajes de marca. De marca cara.

Pues me da que se les ha terminado el chollo. Lo que hagan públicamente, lo privado es cosa de ellos, se va a a saber. Y si no quieren que se sepa, que no lo hagan. Se han terminado los días del silencio y de tragar con todo.
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