Jamás me he tropezado con esa monja. No sé, por tanto, si la fotografía que cuelgo responde a su verdadera imagen. La he tomado de Google que a veces confunde. Va de teóloga por la vida. Cosa que me es igual. Tengo un pésimo concepto de unos cuantos teólogos y teólogas. De esta señorita ni tenía conocimiento. Absoluta ignorancia. No me sonaba ni entre el Damasceno o el Ángélico. Ni tampoco entre sus segundos o terceros. De los que estén entre los quicuagésimos mil ni me preocupo.
Pero, ¡qué lista es esta chica Dolores, a quien han enseñado lo que quiere decir eudokia! ¿Y yo que no lo sabía? ¿Y qué vivía feliz en mi catolicismo ignorante sin saberlo?
A partir de ahora mi Credo comenzará: Creo en la eudokia, y en los retras que me lo quieren explicar, desde donde ha nacido no sabemos bien qué, pero que algunos se lo creen. Eudokia tantos siglos crucificada, que descendió a los infiernos, de los que nunca debió salir. En la resurrección de la eudokia. Y en el mundo del siglo futuro eudokiano
Debería concluir mandando a esta religiosa del Sagrado Corazón a hacer eudokias. Me limitaré a encomendarla a Dios y a Santa Magdalena Sofía Barat. ¡Dónde estuvieron y a dónde han llegado! Hoy la congregación agoniza. Las monjas de la Enseñanza, también agonizantes, cultivaban la devoción de la Niña María. Esperemos que las del Sagrado Corazón, lo que fue Placeres en mi Vigo natal con tres tías mías en aquel colegio, no se dediquen a cultivar a la niña Dolores. Si así fuere su final estaría mucho más próximo.