Los tiempos galaicos del cardenal Rouco.

Cuando el hoy es tan igual al ayer y al mañana pierde todo sentido lo de no dejar para mañana lo que puedas hacer hoy. Está la yerba en sazón, ¿segamos? La respuesta más probable es otra pregunta: ¿Y si mañán chove...? ¿Y si mañana llueve...?
Hacen falta muchas seguridades para aventurar una decisión comprometida. Hubo otro gallego, aunque éste litoral, pero todos nos parecemos, que desesperaba a sus generales impacientes de combates y victorias. Vamos a esperar a que lleguen seis regimientos más. Y cuando llegaban pues nuevas dilaciones. Que por si acaso se aproximen la cuarta bandera de la Legión y el Tercio de Montejurra. Cuando ya estaban todos y se esperaba a la madrugada para iniciar la ofensiva, nueva pregunta: ¿cuántos aviones tenemos?. Cincuenta. ¿Y ellos? No pasarán de veinte. Pues que vengan otros veinte y más artillería. Y claro, ganaba siempre. Se tardaba más pero la victoria era segura. También su tiempo era gallego. No como el de los demás.
Pues eso está ocurriendo con la parroquia de Entrevías. Confieso que yo, con tantos años madrileños ya a mis espaldas, miro con impaciencia el reloj. Seguro que el cardenal también lo lleva en la muñeca. Pero creo que es, sobre todo, para que no vayan a pensar los demás que no lo tiene. Lo debe mirar poquísimo. Tal vez por ello esa fama de que llega tarde tantas veces. Y no me va a convencer nadie de que es porque se distrajo. Porque no miró el reloj. Sabe muy bien que el que espera, desespera. Y en muchas ocasiones es muy bueno que el interlocutor esté desesperado.
Vamos, que la intemporalidad del cardenal está calculadísima. No da puntada sin hilo. Anunció la supresión de San Carlos Borromeo. Pero no llegaba nunca. Los comentarios se dispararon. Se ha arrepentido, les ha cogido miedo, no contaba con la protesta... Hasta que llegó el día de la llegada de Boff a la parroquia. En ese momento se hizo pública la supresión. ¿Iba a hablar el exfranciscano secularizado en una parroquia suya? Eso podrá ocurrirle a Martínez Sistach pero no a un gallego de Villalba.
Siguen transcurriendo los días y no ocurre nada más. Rumores de Ángeles, que lleva otro gallego listísimo pero no tan largo como el cardenal, aventura que el arzobispo de Madrid está perdiendo la gestión mediática. El asunto se le está yendo de las manos. Confieso que este otro gallego, que soy yo, llegó a pensar lo mismo que Rumores de Ángeles. Aunque difiriéramos en la solución. Rumores opta por el diálogo, que me parece tan imposible como el de ETA y Zapatero, pues lo que exigen unos el otro no lo puede dar, y yo por el báculo.
Hoy pienso que, una vez más, todos nos hemos equivocado menos el cardenal. No ha dejado pudrir el problema. Ha podrido a los problemáticos.
Después de los números de Boff, Wyoming, Bono, Zerolo y demás visitantes, con sus comuniones incluidas, tras las aadhesiones del Colectivo Hetaira, de Izquierda Unida, de comunistas más a la izquierda que el mismo Llamazares y de algunas monjas vedrunas, los tres curas de Entrevías se han condenado solos. El dime con quien andas... han conseguido hacerlo tan evidente que ya no es necesario decir quienes son. Ellos se han encargado de gritarlo a todo el mundo. Ellos solos. Supongo que unos cuantos habrán percibido más de una socarrona sonrisa del cardenal.
En la solemne celebración del Corpus el arzobispo de Madrid ha dado un paso más. No hubiera sido poco el haber recordado, como recordó, las palabras paulinas de que quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Por si no bastara añadió: "por eso hemos de lamentar con profundo dolor los abusos y profanaciones de este sacramento de los que hemos sido testigos recientemente en nuestra diócesis y que apartan a sus autores de la comunión en la fe y en la vida eclesial, que es el único marco válido de celebración de estos sagrados misterios". No sé si se podrá decir más alto. Más claro, no.
No voy a transcribir más alusiones, directísimas y durísimas, a los curas de Entrevías. Son ya públicas. No cabe mayor desautorización salvo ya la estrictamente canónica. Que, visto lo visto, si no reconocen su error y vuelven a la obediencia, también llegará. Lo único que no sabemos es cuando. Porque, como decimos, los tiempos del cardenal son galaicos.