Despertar del inmovilismo

1. En el evangelio hay frases que nos ponen en vilo: “estad como los que aguardan a su señor, entrada la noche o de madrugada, pues llega cuando menos lo penséis”. Parece que no podemos vivir a gusto porque, si nos descuidamos un poco, la que nos espera es gorda. Sin embargo todo lo que sea miedo y amenazas paralizantes, aunque hayan tenido excesivo lugar en la práctica religiosa de los bautizados, no cuadra con la novedosa noticia de Jesucristo sobre Dios que nos ama incluso cuando somos malos. La verdad es que si el cristianismo significa vivir en sobresalto y atemorizados por si llega la muerte y nos pilla en pecado, además de no responder al evangelio, no merece la pena.

2. El evangelio de Jesucristo más bien es mensaje de confianza: “no temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino”. Dios es amor y no sabe más que amar. Ese amor que continuamente nos fundamenta y sostiene, se ha manifestado de forma única e inesperada en Jesús de Nazaret. Como lo expresó en su conducta, la verdadera realización humana tiene lugar cuando nos abrimos y consentimos en esa Presencia de amor, dejando que Dios sea único Absoluto en nuestra vida. De ahí la invitación constante del evangelio: “despertar” a nuestra más profunda verdad; somos incondicionalmente amados. Desde dentro de la misma humanidad Dios está promoviendo en nosotros y con nosotros nuestra plena realización que ha tenido lugar en Jesucristo y va cundiendo en la historia. Ya en las primeras comunidades cristianas lo decía un himno bautismal: “despierta tu que duermes, levántate de entre los muertos y te iluminará Cristo”.

3. En este himno, muertos no se refiere a los que ya pasaron de este mundo y cuyos restos quedan en el cementerio. Más bien son los “insensatos”, como aquel rico hacendado que obsesionado por acaparar riquezas, sólo piensa en darse la buena vida si preocuparse de los demás. Como aquellas jóvenes que cansadas porque no acababa de llegar el banquete de bodas, apagaron sus lámparas y se echaron a dormir. Son los que creen ver y sin embargo están ciegos; pretende caminar por la vida como dueños y señores de todo y tratan de que los demás no vean. La sensatez, la realización de nuestra existencia humana en su verdad, inspira una conducta compasiva y solidaria: “dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder y un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acercan ladrones ni roe la polilla”. Salir del inmovilismo e instalación en nuestras falsas seguridades y en la superficialidad que nos impide vislumbrar lo nuevo que va surgiendo cada día. Despertar a esa Presencia de Dios que va emergiendo en los nuevos acontecimientos, es el secreto para emprender una vida verdaderamente humana.

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