Tomás de Aquino ¿todavía un maestro?

En uno de mis primeros “post” transcribía una frase de Santo Tomás sin citar a su autor y alguno, sin duda celoso de ortodoxia, me recriminaba por la frase recomendándome que leyera a Tomás de Aquno. Fui formado en la escuela del Aquinatense, no renuncio a mi formación, no hago teología como él la hizo en la Edad Media, y sin embargo y en su forma de hacer teología sigue siendo para mi maestro y referencia ineludible ¿Por qué? Tres razones

Primero. Porque, ante una época cultural que brotaba ya en el s. XIII, Tomás dejó a un lado la teología monástica, feudal y conservadora, escuchó lo nuevo que despuntaba, y en esa novedad intentó de traducir la fe cristiana. Para los que no tenían esa fe, trato de hacerla razonable en la “Suma contra los gentiles”. Y para los creyentes cristianos ofreció una síntesis razonada en la “Suma de Teología”. Indudablemente hoy estamos en un cambio de cultura muy complejo; no sabemos aún cómo será el porvenir, pero es evidente que las formas y discursos tradicionales ya no tienen garra. Necesitamos escuchar lo nuevo que quiere nacer, desde ahí reinterpretar el contenido de nuestra fe y buscar formas nuevas para proponer el Evangelio. Hacer razonable y creíble la fe cristiana es el cometido de la reflexión teológica

Segundo. Atajando la tendencia de un espiritualismo desencarnado, Tomás de Aquino se sirvió de la filosofía aristotélica, articulando adecuadamente fe y razón. La fe es imprescindible para la reflexión teológica, pero ésta no se identifica con la fe porque incluye la racionalidad que tiene su propia consistencia. Razón y fe como dos modos y dos niveles diferentes de conocimiento, pero no contrarios porque ambos tienen en Dios su origen, es aportación de Santo Tomás que cinco siglos después hizo suya el Vaticano II. Relación entre fe cristiana y racionalidad entendida en toda su amplitud, es tema de actualidad máxima que Benedicto XVIII viene desgranando en algunas de sus intervenciones señeras, y desafío para la reflexión teológica en una sociedad que, mitificando la razón, ha perdido el horizonte de trascendencia.

Finalmente. Tomás de Aquino dejó bien claro que el discurso teológico se nueve en el interior de la fe, la teología es sabiduría - de “sapere”, gustar- , y el teólogo antes de saber algo sobre lo divino debe ser “el que experimenta lo divino”. Estamos viendo que la verdadera renovación de la Iglesia es que sea menos del mundo para ser más para el mundo. En otras palabras, que renuncie a la lógica del poder para, siguiendo a Jesucristo, ofrecer el camino del amor. El encuentro personal y comunitario con Jesucristo -es la fe o experiencia mística cristiana- es la única garantía para esa renovación cada vez más necesaria. Una clave fundamental para renovar la teología, reflexión de un creyente, leyendo los signos del Espíritu en los acontecimientos de la historia. Así lo hizo Tomás de Aquino que sigue siendo para mí el teólogo-maestro.

28 de enero , SantoTomás de Aquino
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