Para leer la crisis y actuar como cristianos (I)

Propongo un texto largo. Reordeno, profundizo y repito ideas. A alguien en algún lugar le puede servir. No es un post convencional. Vuelvo a la realidad de la globalización en que se gesta la presente crisis y a algunos efectos mayores de la misma, a partir de los cuales es imprescindible mantener moral y políticamente posturas de reforma social intensa y, por qué no, de alternativa social muy fundamentada.

* No voy a describir, ni me corresponde ni puedo, todos los procesos de globalización, pero sí quisiera definirme en cuanto a la interpretación de fondo que hago de este complejo fenómeno social. De él digo que es un complejo fenómeno histórico o social, de largo recorrido, que ha cobrado un auge sin igual en nuestros días, convirtiendo el mundo en una aldea pequeña y única, como consecuencia de unos mercados cada vez más abiertos y únicos, unas tecnologías de la comunicación, radicalmente nuevas, y una meta-ideología neoliberal del “más siempre es mejor”, “para repartir, antes hay que crecer”, “éste es el mejor de los sistemas posibles”, “nuestro nivel de vida es innegociable”, “nuestro modo de vida es universalizable” y "en algún lugar siempre hay alguien dispuesto a hacer su trabajo por menos que usted".

Esta realidad compleja y diversa ha “evolucionado” como un proceso profundamente economicista en cuanto a su naturaleza, ¡más aún en el ámbito financiero!, claramente desigual en cuanto a su desarrollo y efectos par la gente, por tanto globalización para pocos, ideologizado en cuanto a su justificación última y televisado en cuanto a su visibilidad inmediata para todos. Su lógica profunda, solemos decir entre los críticos, ha sido economicista, depredadora, excluyente, exculpadota y antisocial .

* Llama mucho la atención la importancia de la apertura de “los mercados” (de dinero, ¡sobre todo, de dinero!, y de materias primas, de bienes y servicios, de conocimientos y noticias, de personas), con diferencias muy importantes en ellos, y el cambio tecnológico característico de nuestros días, como factores determinantes del proceso de globalización, y de ésta globalización concreta. Y es lógico preguntar, si eso ha sucedido así, porque sí, como proceso histórico inevitable, o si a ello se ha sumado alguna intención “política” y de quiénes.

La respuesta ha de venir, según creo, por el camino de aclarar quién ha dirigido esta globalización y qué problema pretendía resolver. En cuanto a quién, decimos que los neoliberales la han dirigido y que no son fuerzas sociales tan “anónimas” como se dice, sino que tienen nombres y apellidos (FMI, BM, OMC, G8, DAVOS, Transnacionales, Empresas Gestoras de Inversión a las que se les encomiendan ingentes cantidades de dinero de Aseguradoras, Bancos y Fondos de Pensiones, y, de otro lado, la labor de Fundaciones Culturales, Agencias de Información, Universidades, Editoriales, etc); y en cuanto a qué han perseguido, desde luego que beneficio económico, pero más concretamente, recuperar y acrecentar una tasa de beneficio en declive en el capitalismo de los países desarrollados, a partir de los años 70 del pasado siglo XX. No me extenderé en todo esto, para lo que remito a otros trabajos míos , pero creo importante citar aquí esa interpretación del fenómeno de la globalización en su integridad, captándolo como vector principal en la respuesta a una nueva distribución de los mercados de trabajo y del trabajo mismo en relación al capital.

* Por tanto, digo que no es el caso, ahora, de repetir los procesos que ha recorrido nuestro modelo social hasta nuestros días para llevar a cabo esta recuperación de su tasa de beneficio, ni es el momento de desarrollar todos sus efectos sociales con detalle. Me refiero a los efectos más negativos para el Norte, sobre todo la descohesión y hasta dualización social, la subordinación de la soberanía política a los centros de poder económicos, la cultura del conformismo con el sistema y de la exculpación moral de los poderosos, y de todos los demás, o la cultura del miedo y las reacciones localistas, insolidarias y violentas, o el ecologismo sin esfuerzo, poco o nada sostenible; y lo que se ha revelado al final una crisis financiera, y económica, de incalculables proporciones, porque la opacidad de ese mercado, unida a su desregulación social y política, más el plus que aporta la codicia humana, ha llevado a este sistema social al borde del colapso.

O en el Sur, pienso en la exclusión de personas y pueblos a la irrelevancia, en las violencias y las migraciones, en las políticas de ajuste estructural a la medida de las necesidades de estabilidad del capital, pienso en la insoportable carga de la deuda externa, pienso en ocupaciones militares si el lugar es estratégico para el Norte, pienso en formas de vida local arruinadas, y pienso en los efectos de la crisis financiera y económica sobre sus maltrechas economías, sea por contracción del comercio de bienes que ellos producen, o sea del capital que recibían directamente como inversión o a través de las remesas de sus emigrantes, hoy en paro, entre nosotros, por ejemplo. En este sentido brindo el siguiente testimonio, porque me parece imprescindible tenerlo en cuenta:

“Pero es evidente que la reducción de las exportaciones a los países desarrollados, la reducción de las remesas, el descenso de la inversión extranjera y la escasez de liquidez internacional, que afectará especialmente a los países con menos acceso al crédito encareciendo la financiación de su desarrollo, derivarán en menos crecimiento y riqueza para repartir y por tanto menos educación y salud para cientos de millones de personas. Para quienes viven en los países más pobres del mundo esta situación es literalmente una cuestión de vida o muerte. El aumento de precios de los alimentos, y las cada vez más frecuentes sequías, inundaciones y demás catástrofes meteorológicas derivadas del cambio climático, unidas al desmantelamiento de las redes de protección social promovidas por las instituciones financieras internacionales, están agravando las situaciones de pobreza y hambre. A finales de septiembre, cuando empezaron a salir a la luz pública las quiebras de Wall Street, en una cumbre de la ONU se supo que muy pocos gobiernos cumplirán los compromisos financieros necesarios para alcanzar las metas establecidas en los Objetivos de Desarrollo del Milenio para reducir la pobreza de aquí a 2015… Si se produce una recesión económica prolongada y los países se aprietan el cinturón, las personas migrantes y refugiadas, y las personas que se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad en todos los Estados se verán sumidas en situaciones insostenibles… En cuanto al cambio climático, también los compromisos comienzan a debilitarse. El liderazgo de la Unión Europea se tambalea…” .

* Queda claro lo que puede pasar y, seguramente, pasará. Mi gusto por el resumen, a fuer de repetirme, sintetizaría todos esos efectos de la globalización para personas y víctimas bien reales y presentarlos en cuatro claves que nuestra memoria nunca debería olvidar, yo pensaría, primero, en el efecto social desintegrador, es decir, la descohesión social que provoca o profundiza en las sociedades del Norte y del Sur, entre ellas y en su interior; en el efecto de profunda injusticia e insolidaridad que acumula frente a quienes, hoy, sufren privaciones y hasta exclusión, o no han nacido todavía; en su efecto como monstruo depredador de los equilibrios del ecosistema general de la vida; en su resultado ideológico exculpatorio de los poderosos y, a la vez, profundamente antiutópico, porque las cosas son como los mercados dicen que tienen que ser; y en su efecto de subordinación de la política a fuerzas económicas “anónimas” y, socialmente, incontroladas, hasta el paroxismo de la actual crisis socio-económica.

* Y no ignoro, desde luego, los efectos positivos de la globalización, en cuanto a la libertad política y la democratización, la denuncia de las injusticias, corrupciones y abusos, las oportunidades de inversión y exportación, los tribunales internacionales de justicia, la intervención humanitaria por causa de los derechos de las víctimas, la cláusula social y ecológica como posibilidad, la potencial fiscalidad sobre los mercados financieros, la liberación de la mujer y la maternidad moralmente responsable, etc.

* En la práctica, sin embargo, el peso específico de estos factores positivos ha dependido de quién gestionaba (¡o consentía su opacidad especulativa!), y con qué fin, esta globalización, profunda y crecientemente desigual y economicista, y, por tanto, qué posibilidades había de qué se diesen esos efectos positivos. En palabras de alguno de sus críticos, “el modelo anglosajón/norteamericano de capitalismo ha dado lugar al imperialismo de un capitalismo financiero cuyos componentes esenciales, la mitología del crecimiento y el desarrollo..., suponen un costo en contaminación, agotamiento de recursos y destrucción del medio, insoportable para nuestro planeta” (J. Vidal-Beneyto)... y su única salida en serio, “un nuevo modelo de sociedad” (I. Ramonet) .

El sesgo economicista que ha tenido, y tiene, esta globalización lo reconocen ya casi todos. De ello da buena fe que el penúltimo Foro Económico Mundial, (Foro de Davos, de 2007) dijese que el reto de fondo en nuestro mundo es “cómo a una globalización económica ha de corresponderle una globalización política”, pues si queremos salvarnos todos, “necesitamos una organización política de la globalización económica”. La proporción que adquiría, sin embargo, el “agujero” financiero en su seno, no lo habíamos advertido hasta el presente. Sabíamos que era un mercado que se prestaba a cualquier cosa, pero no estaba claro que sus sujetos trabajaban, ¡es un decir!, con total opacidad e impunidad hasta arruinarnos a todos en un “circo” de ingeniería financiera.

Por eso que cuando Davos dijo, todavía en el 2007, que el primer problema del mundo era “el cambio climático”, más incluso que la lucha contra la pobreza y la desigualdad, o el comercio y la seguridad, que “el fracaso más grande del mercado que el mundo ha conocido, es la destrucción del medio ambiente”, tenía razón, pero callaba sobre algo que les afectaba más directa e inmediatamente si cabe: la crisis financiera que ellos mismos, o sus administradores, gestaban y gestionaban contra todos.

* Luego, ¿qué ha ocurrido, ahora, a la altura del 2008-2009, para que el sistema financiero internacional salte por los aires y haga de la economía mundial y española un juguete roto? A mi juicio, se trata de que un componente de nuestras economías, “el mercado de productos financieros”, ha estallado en añicos. Y, ¿cómo es esto? Una vez potenciadas su lógica profunda (¡más siempre es mejor!), y la natural codicia del ser humano, por la globalización general del mercado del dinero y la permisividad de quienes lo “vigilan”, (¡todavía no sé, si porque no podían, o no querían, o estaban en el mismo barco!; el profesor Gabriel Tortella apunta a este descontrol de los controladores -bancos centrales y demás-, unido al interés de los gobernantes por las políticas económicas populistas, como causa mayor de la crisis, y no a que los mercados, incluido el financiero, carezcan de controles y vigilancia; es importante debatir este análisis, pues de su respuesta dependerá buena parte de las propuestas sociales y políticas ante el futuro), y añadido el impacto de la revolución tecnológica en la comunicación de datos, y por ende de cifras de dinero, (¡este factor es fundamental!), el subsistema financiero ha crecido durante años con un “éxito” tan extraordinario como “ficticio” o “virtual.

* Estos serían los elementos materiales que nos han traído hasta el precipicio. A nosotros nos gusta mucho el juicio moral sobre algo, pero de momento lo voy a evitar en directo. Me limito a sumar dos o tres reflexiones de prestigio, para pensar más allá de lo evidente e inmediato en “lo social”:

En primer lugar la opinión de Carlos BERZOSA: “Lo que algunos han enunciado como crisis financiera es mucho más que eso, es una crisis global, pues supone el agotamiento de un modelo de crecimiento que modifica el equilibrio ecológico, que también afecta a los alimentos, la energía y que ha sido incapaz de combatir la pobreza, el hambre y la exclusión social, aunque haya venido acompañado todo ello de progresos indudables. Pero aun así, las privaciones y los costes a pagar son demasiado elevados para sentirse satisfechos en una situación en la que la prosperidad de una minoría de la población mundial se asienta en el sufrimiento de tantos…Esta crisis no se puede solucionar sólo con medidas de política económica, sino que es necesario plantearse otros modos de crecer y consumir. No estamos solamente ante una crisis financiera sino ante algo mucho más profundo: un sistema económico mundial desigual y depredador de la naturaleza” .

En segundo lugar, la reflexión y denuncia conjunta de varias ONGs de prestigio indudable: “Recientemente, los líderes mundiales se han reunido en Washington para unificar sus estrategias, y continuar actuando en socorro de los bancos y entidades financieras. A estas alturas es ya imposible cuantificar con exactitud cuanto dinero público se está destinando para paliar la crisis financiera global. Esta situación ha desviado la atención de otras crisis igualmente relevantes para la estabilidad mundial y que afectan directamente a las vidas de cientos de millones de personas: las crisis alimentaria, climática y de derechos humanos. La premura mostrada por los países ricos para atajar el derrumbe financiero contrasta enormemente con su lentitud y sus promesas incumplidas en materia de ayuda al desarrollo, lucha contra la pobreza, derechos humanos y cambio climático, las prioridades centrales para construir un mundo más justo” .

La tercera cita, de tenor absolutamente contrario, y que no comparto en su idea de fondo, ni es compartida por casi nadie, hoy, en el análisis económico del presente, pero no por ello despreciable y, sí, digna de ser pensada:

“Sólo un ignorante puede culpar al liberalismo de los males económicos y financieros que hoy padecemos. Ni la avaricia, ni la especulación, y mucho menos la supuesta desregulación financiera, son responsables del actual supercrash. Para aquellos que realmente deseen entender la causa y origen de nuestros males presentes y futuros deben centrar su atención en dos aspectos clave cuyo desarrollo han terminado por suprimir todo atisbo de auténtico liberalismo en las finanzas mundiales… La historia demuestra que la manipulación monetaria de los bancos centrales ha sido empleada por el poder político para la consecución de sus propios fines, como por ejemplo en la financiación de campañas bélicas o la aprobación de amplios programas de gasto público. Ésta, y no otra, es la raíz de los ciclos económicos. Y es que, tras un largo período de crecimiento basado en la concesión de crédito fácil sin contar con el respaldo de ahorro previo, surge la corrección, el necesario ajuste que, de una u otra forma, termina por imponer el mercado… El segundo eje que permite comprender correctamente la actual debacle subyace en la estrategia de endeudarse a corto plazo e invertir a largo desarrollada hasta el extremo por la banca comercial, tal y como expone el profesor Antal Fekete. Por desgracia, ambos puntos son ignorados por la gran mayoría de analistas, economistas y, por supuesto, autoridades gubernamentales. Como resultado, estamos condenados nuevamente a repetir los errores del pasado y, por ello, a sufrir igualmente sus consecuencias. Así pues, recuerden a quién culpar cuando las dificultades económicas llamen a su puerta... ¡Es el intervencionismo!” (Manuel Llamas, jefe de Economía de Libertad Digital).

Y la cuarta opinión digna de ser pensada es ésta, "Ante esta maraña de organismos reguladores uno se pregunta si lo que falló fue el mercado o si más bien fallaron los encargados de corregir los fallos del mercado. Así, bloqueando los mecanismos de mercado cuyas consecuencias les resultaban desagradables (reducción del consumo estatal y privado en Estados Unidos, amenaza al empleo industrial en China), los Gobiernos de ambos países estaban cebando una bomba que tarde o temprano tenía que estallar. La osadía de ciertos banqueros y agentes de Bolsa estadounidenses hicieron el resto. Y... en España, también aquí los órganos de intervención miraron para otro lado e hicieron gala de indulgencia benévola ante una euforia económica que prometía un gran éxito en las cercanas elecciones, pese a las advertencias del hoy gobernador del Banco de España. Todo esto arroja serias dudas sobre la conveniencia de dar más poder a los políticos en el funcionamiento de los mercados. Y si volvemos la vista atrás e indagamos en las causas de la Gran Depresión de la década de 1930 también encontraremos políticos incompetentes y electoreros compartiendo la responsabilidad con banqueros y agentes desaprensivos. La historia se repite, y los que menos la conocen son los que más la repiten" Gabriel Tortella, en Quién tiene la culpa de la crisis, el País 28 de Febrero de 2009).


Desde luego que ésta puede ser una discusión académica y política interminable, pero los hechos es claro que ponen al descubierto algo que el neoliberalismo nunca considera en el recuento de datos; me refiero a que la eficiencia económica de los mercados no recuenta qué clase de eficiencia es, y para ello, con cuántas víctimas, y con que reparto de sacrificios y frutos. Esto, ética y políticamente, es vital. Olvidarlo es quitarse de en medio la mitad del problema en el balance entre eficiencia económica y eficiencia social.

De esto he hablado mucho en otros lugares al pensar en la globalización neoliberal ; y he concluido así al pensar desde la entraña de la presente crisis financiera y económica, “comienzan a aparecer interpretaciones de la crisis que no ocultan lo que ha habido y hay de despropósito ético en un modelo de organización social donde más, siempre es crear riqueza y mejor. Sea al producir, sea al consumir, sea al valorar, más siempre es mejor. La insaciabilidad como modo de estar en el mundo, ha dicho alguien. La codicia humana están diciendo otros. La mercantilización de todas las relaciones y el desprecio de los límites éticos y políticos a la hora de tener y ser” .

Y si esto, como creo es cierto, necesitamos abordar nuestro tiempo desde un modelo de vida y desarrollo alternativos. Ahí es nada. La crisis como ajuste del mismo capitalismo es una salida en falso, porque la crisis no es del mercado en cuanto tal, pero sí del capitalismo neoliberalmente gestionado. Querámoslo o no, leemos por doquier, esta crisis nos pone ante varios de los problemas estructurales del siglo XXI y, especialmente, los relacionados con los límites ecológicos del planeta y los límites materiales de este modelo de desarrollo.



(Continuará)
Volver arriba