Jesús no fue un "niño prodigio", fue creciendo Jesús no fue un "niño prodigio", fue creciendo...

anciano

  1. fiesta del encuentro.

         En la tradición eclesial oriental (iglesias ortodoxas) esta fiesta es llamada del encuentro. Jesús es presentado al Señor y se encuentra con Dios siguiendo la tradición de su pueblo: ofreciendo unas tórtolas y unos pichones.

  1. Fiesta de sencillez y debilidad.

La Presentación es una celebración amable y humilde: una pobre familia: la de Jesús, un niño, dos ancianos: Simeón y Ana…

Simeón da gracias a Dios porque sus ojos han visto la salvación…

Ana también da gracias a Dios por aquel niño…

Los “grandes” del Templo no están presentes, ni sacerdotes, ni saduceos, fariseos, etc.  (Se irán haciendo presentes hasta la crucifixión).

Para el pensamiento religioso, las realidades profanas no pueden ser religiosas. Sin embargo lo cristiano se halla en lo humano. A Cristo -a Dios- le encontramos en la sencillez.

Este relato es un canto a la debilidad humana.

  1. El niño iba creciendo.

Como todo niño, Jesús fue creciendo, robusteciéndose, llenándose de sabiduría y la gracia, la amistad de Dios le acompañaba.

Jesús no fue un “Superman”, un niño prodigio, un “extraterrestre” que ya se lo sabía todo y “se las sabía todas”. Jesús fue llegando (creciendo) al misterio de Dios.

Jesús fue tomando conciencia de su mesianismo poco a poco: en la vida familiar, en la sinagoga, en la propia tradición religioso-cultural judía, con Juan Bautista, en su propia reflexión y en las polémicas con el mundo del Templo, de los sacerdotes, de los fariseos por cuestiones de la ley, la lepra y enfermedades, por el perdón de los pecados, por el cercamiento de Jesús a pecadores y publicanos, a extranjeros, etc. Todo ello era muy distante al Dios de Jesús y a los que Dios nos quería decir.  Es la cristología ascendente.

Será la cristología de la tradición de Juan la que dé pie para pensar en un Cristo (el Verbo), preexistente: En el principio existía la Palabra (el Verbo), Jn 1,1): una cristología descendente.

El problema es siempre cómo Dios eentra en nuestra historia.

  1. Luz para alumbrar a las naciones.

         La Presentación es también una fiesta llena de luz. El anciano Simeón dice de Jesús que es luz para alumbrar a las naciones.

         Podríamos pensar con afecto que la Presentación de Jesús, su humanidad, lo humano de Jesús se encuentra con el misterio de Dios, si bien, poco a poco, habrá de ir adentrándose y ganando intimidad con Dios Padre, para que en Él, en JesuCristo se exprese el misterio de Dios.

  1. misterio

Misterio no es un “trágala intelectual”. No es que el Misterio supere nuestra inteligencia: es que la ilumina... El Misterio es aquello que no procede de nosotros y que no podemos abarcar; y, sin embargo, misterio es aquello que nos hace vivir. El misterio no es una barrera que se impone a nuestra inteligencia, sino que es un camino y un horizonte.

Su oscuridad no es la de la noche que ciega y no deja ver, sino la que proviene de la limitación de nuestra capacidad de ver. Una limitación que va reduciéndose a medida que vamos penetrando en la Luz.

06    La fe y el entendimiento

Creer no es entender o comprender intelectualmente; pero sí es acoger aquello sin lo cual realmente no se entendería nada. Lo que se cree, se cree como algo necesario para comprender plenamente aquello que se conoce. Fe y conocimiento no son lo mismo, pero se necesitan mutuamente, se complementan, pero nunca se identifican sin más. En este sentido decía bien san Agustín: cree para comprender.

        Lo que creemos ilumina nuestras vidas.

  1. Atención a los nuevos gnosticismos

         El gnosticismo es un modo religioso ya presente en el mundo griego. Es la pretensión de un “exceso de luz”, es la pretensión de explicarlo todo, de saberlo todo, pero sin apertura al misterio. Hay quien pretende saberlo y decirlo todo. En el campo cristiano no pocos teólogos y obispos aspiran a saberlo todo, a tener e imponer la verdad absoluta sin apertura al misterio. Hay personas “iluminadas” que funcionan como si estuviesen en posesión del misterio. Eso es puro intelectualismo. Amigos míos, Deus semper maior, Dios es siempre mayor de lo que me puedas decir o imponer. Lo que nos salva es el horizonte absoluto, el misterio de Dios, no una doctrina del conocimiento religioso.

         El misterio es como el horizonte: está allá al final del mar, pero por mucho que me acerque, siempre estará “allá”. Yo no domino la luz, el horizonte. Que nuestras palabras, el arte, la cultura abran al misterio de la vida y de Dios. Tal es la diferencia entre ídolo e icono. El ídolo lo reclama todo para sí, el icono abre al misterio.

El anciano Simeón y la anciana Ana intuyeron el misterio, al Mesías, en la debilidad de un niño. En Jesús, niño, humano, vieron la Palabra de Dios que se les abría.

         Eso se llama transcendencia: ver siempre más allá de lo tenemos delante. Cuando te hacen un regalo, lo valioso no es tanto el objeto que te regalan sino la amabilidad de quien te lo regala. Transcender es ver la bondad y salvación de Dios en un niño. Nunca abarcaremos el misterio, pero hacia él caminamos. El misterio guía nuestros pasos.

JesuCristo es luz de todos los pueblos.

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